Alberto Menéndez

El periodista cabal

Un hombre excelente en su clase; completo, exacto, perfecto

Hablar de periodismo en Asturias en los últimos 45 años es hablar de José Julio González Fernández-Puente; pero no sólo en esta región, no, ya que también ejerció su inmenso magisterio y dejó huella en Galicia, en donde dirigió "Faro de Vigo" (el diario decano de la prensa española), y en Canarias, como director de "La Provincia", en Las Palmas. Son varios los periódicos en los que trabajó Julio Puente en el Principado ("El Comercio", "Asturias Diario", "Región", "Hoja del Lunes"), pero para él su casa siempre fue, desde que comenzó de corresponsal en Avilés en la década de los setenta del pasado siglo, LA NUEVA ESPAÑA. Aquí se inició y aquí acabó su fructífera y brillante carrera hace pocas semanas. Solamente la enfermedad pudo apartarlo de su gran pasión, de su cita diaria con los lectores.

Casi cuarenta años de relación profesional y personal con José Julio son muchos años y resulta realmente complicado resumir, así de repente, todas las sensaciones y experiencias vividas juntos. Julio Puente fue mi primer redactor jefe en "Región", un redactor jefe que a la vez que imponía ayudaba y confraternizaba con los novatos, un maestro, o "maestrón", como acabó conociéndosele a lo largo del paso de los años, y que lo era incluso en su juventud, ya que en aquellos tiempos de "Región" aún no había cumplido la treintena. Así y todo su labor era una lección permanente de periodismo, se tratase de lo que se tratase. No se le caían los anillos por acompañar a un jovenzuelo en prácticas a la rueda de prensa de un ministro, en aquel caso Rodolfo Martín Villa, para explicarle más allá de la teoría, en la práctica, qué era lo que había que hacer antes, durante y después de la comparecencia de un político. Una enseñanza así nunca se olvida.

La curiosidad era algo consustancial a Julio Puente y Asturias su gran obsesión informativa. Se empeñó en escudriñar informativamente Galicia y Canarias pero a la vez seguía hora a hora la actualidad asturiana. No había día que no contactara con periodistas de LA NUEVA ESPAÑA para saber lo que se cocía en la región y, por supuesto, en el propio periódico. ¡Faltaría más! Así, cuando regresó a Asturias nada ni prácticamente nadie le era extraño, ni fuera ni dentro de la casa.

Julio Puente era un periodista cabal, en una doble acepción, "excelente en su clase" y a la vez "completo, exacto, perfecto". Al menos lo de la exactitud y la perfección lo intentaba siempre, no iban con él la chabacanería, las noticias sin confirmar, el sensacionalismo. Lo que no quiere decir que fuera un periodista aburrido. No, todo lo contrario, ahí estuvo siempre su gran virtud: fue un gran vendedor de noticias. Si alguien sabía encontrar el titular adecuado para una noticia, fuera del tipo que fuera, ése era el "maestrón". Si alguien se atascaba, allí estaba él para dar el empujón definitivo. En deportes es que le salían los textos, los titulares, a borbotones, casi sin pensar.

Decía Puente que el decimoprimer mandamiento era no molestar. Y bien que lo cumplió. Llevó su enfermedad en silencio, sin importunar a nadie. Hasta que ya no la pudo ocultar más. Era patente que algo no iba bien. Pero así y todo seguía intentando mantener la normalidad, y aunque sus fuerzas flaqueaban en demasía incluso salía a comer (aún a mediados de diciembre) con algún compañero y amigo para, según le comentó a su hijo Pablo, evitar que "haya rumores". Julio Puente en estado puro hasta el final. Descansa en paz, maestro.

Compartir el artículo

stats