Ya van dos semanas que Jordi Évole se equivoca en la confección del menú para la cena de los domingos. No se equivoca en los ingredientes, sino en la proporción con la que éstos se usan en la receta. El penúltimo "Salvados" habló sobre la depresión. Y la receta incluyó un 90% de testimonios de pacientes y un 10% de información dada por especialistas. Sin minusvalorar la relevancia de lo que cuenten cuatro personas deprimidas, cabe entender que, contra cada experiencia individual, el conocimiento del técnico condensa los resultados de miles de estudios. Hay tantas formas de encontrarse deprimido como personas deprimidas, por lo que cuatro testimonios concretos serán menos representativos e informativos que la opinión de un clínico. Un programa riguroso no sensacionalista acerca de la depresión -u otro aspecto sanitario- deberá usar opiniones de especialistas y testimonios de pacientes, pero en la proporción inversa a la que vimos en ese "Salvados": 90% de profesionales, 10% de pacientes.

Y en el último "Salvados", dedicado a la industria cárnica, se cometió el mismo error, al dedicar un 10% a las casi esclavistas condiciones laborales que sufren los trabajadores en algunos mataderos, y el 90% restante a la insalubre situación en la que se mantiene a un grupo de animales enfermos en una granja. De nuevo, ambos asuntos son relevantes, pero a tal distancia, a escalas moralmente tan separadas, que mezclar ambos temas dando prioridad al segundo produce una revoltura ética de difícil digestión. Que las repercusiones en las redes sociales también se escandalizaran más por el maltrato hacia los cerdos que el cometido hacia los humanos me mantiene durante estos días en un triste estupor. No se puede tocar de pasada la explotación laboral en un programa dedicado a un tema menos importante, por mucho que las imágenes de los cerdos impacten más que las de los obreros. Son cuestiones de ingredientes y proporciones, y han de ser tenidas en cuenta por la industria cárnica y también por la industria periodística.

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