Crítica / Música

Hedonismo haendeliano

Fagioli demostró su gran talla como contratenor ante un público entregado

La V edición de la "Primavera Barroca" se inauguró con el que, probablemente, ya será el concierto estrella de este ciclo que aquí se inició. Gran expectativa despertó Franco Fagioli llenando la sala con un público entregado desde el primer instante. El atractivo de un programa dedicado íntegramente a Haendel en la voz de un contratenor de élite como Fagioli, resultó determinante. Para un pueblo y encima lloviendo -es un decir-, nada mejor, culturalmente hablando, se podía hacer en Asturias este martes 13 que acudir en masa a disfrutar este concierto. Se inició con un breve Allegro "Sinfonía en Si mayor para fagot, cuerda y bajo continuo, HWV 338", sin fagot, así, como suena. Las arias "Pompe vane di norte" y "Dove sei amato bene" desataron el primer aliento de entusiasmo entre el público, y los primeros messa di voce -nota larga que crece desde el pianísimo y vuelve a él- en la voz del argentino, parecían que se proyectaban en la sala incluso después de emitirlos con un efecto admirable. El amplio registro de Fagioli, desde la voz de pecho más grave hasta el de cabeza, es vocalmente envidiable -incluso para otros contratenores de primera fila-. Se desliza pasando de uno a otro, incluso con absoluta soltura en una misma frase, con sorprendente facilidad y maestría vocal. Ese contraste de registros del grave al agudo con diferentes tipos de emisión, o los contrastes expresivos entre los messa di voce y las vibrantes agilidades de las que hizo gala, fueron en todo momento paradigmáticos, puestos al servicio de la expresión. Los afectos barrocos en la sensualidad de su voz cantante, transcribieron ejemplarmente estas arias que Haendel compuso para los más importantes castrados de su época, y produjo el efecto deseado, lejos, obviamente, de lo que serían estas arias cantadas por un Nicolini, Senesino, Caffarelli o Carestino que, tenían en el registro agudo la potencia de la que adolecen los contratenores -que al registro trifásico, el de las voces blancas y femeninas, llegan utilizando el falsete-. Por eso, escuchar estas arias con la voz "natural" de un castrado -es un decir, ya que había que capar a los cantantes antes de la pubertad-, tuvo que ser, de hecho lo fue, el acabose; como ha quedado referido para la historia de la música. En la actualidad no queda otra que conformarse con una sombra de los castrati, a través de cantantes que con gran maestría recrean un esplendor vocal que murió con el estilo que los vio nacer, la más extraordinaria grandeza y esplendor del canto barroco son hoy inasibles vocalmente, aunque recreaciones así pueden dar una idea -la imaginación hace el resto-, de lo extraordinario del efecto.

Transitamos a través de las óperas "Rodelinda regina de' Longobardi", "Orestes", "Alcina", "Il pastor fido", "Imeneo" o "Serse" -se fueron intercalando obras instrumentales, como la Sonata a cuatro en Sol mayor op. 5, n.º 4 HWV 399 y la Sonata a trío en Sol menor op. 2 n.º 5 HWV 390 en dos entregas-, llevándonos de la mano en la voz de Fagioli. Todo el silencioso público entregado ciegamente al hedonismo: "Cara sposa, amante cara" y "Venti, turbini, prestate", "Mi lusinga il dolce affetto", "Sento brillar nel sen", "Se potessero i sospir miei", y "Crude furie degl'orridi abissi"; los títulos lo dicen todo. "Il pomo d'oro", no al completo, al menos respecto a la grabación de la Deutsche Grammophon con este mismo repertorio que triplica los músicos aquí presentes, realizaron un trabajo soberbio en el acompañamiento y en lo instrumental. Una parte del público dio muestra de ser oyente cultivado al corear con la letra de la primera parte -después de la interpretación fuera de programa magistralmente interpretada por Fagioli-, la celebérrima aria de Rinaldo, "Lascia ch'io pianga". Puro hedonismo haendeliano.

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