Crítica / Música

Maceo Parker: la pulsión del funk

El músico estadounidense hace vibrar el teatro de la Laboral en una noche memorable

El teatro lleno y la expectación que se palpaba en el ambiente minutos antes de que empezara el concierto hacía presagiar una noche entregada al calor del espectáculo y los ritmos del funk. Maceo Parker lo tenía fácil, podía haber apostado por un repertorio con todos los tópicos de la música negra que levantara al público de sus butacas desde los primeros compases, al estilo de un concierto góspel, pero fue más allá y apostó por la música, por un funk lleno de matices, de detalles de calidad, que nos mantuvo pegados al asiento, como hipnotizados durante buena parte del concierto.

El protocolo sí se cumplió en la apertura del recital, con maestra de ceremonias presentando a los miembros de la banda y elevando el tono para recibir en el escenario a Maceo Parker, que dio las buenas noches a golpe de fraseos de saxo; auténticos arañazos melódicos con un timbre brillante y con el carácter de quien domina el instrumento y el lenguaje del funk. Lleva una vida soplando viento metal en los escenarios y ha formado parte de la banda del exigente James Brown, la mejor escuela capitaneada por el padre del género. El primer tema fue una declaración de intenciones, Parker mandaba y repartía juego con todos los efectivos de la banda para desarrollar los temas y variar constantemente de textura e intensidad.

Marcó distancias con el jazz, pero no perdió la oportunidad de demostrar que también se maneja en este género improvisando unos pasajes junto al teclista. No en vano, el siguiente tema "Make it Funky" dejaba clara su apuesta por el ritmo. No todo fue música de baile, hubo varios momentos para las baladas, unas veces soul y otras más al estilo crooner, pero siempre con melodías líricas en los vientos y calor en los colchones del teclado. También hubo menciones y recuerdo para grandes figuras de la música negra, como Ray Charles y Marvin Gaye. Así discurría el concierto, con temas largos y cambiantes, lucimiento de los músicos en pasajes solistas y con un sonido nítido y un groove potente que por momentos desataba las palmas del público.

El punto de inflexión llegó con la archiconocida "Stand by me", una concesión quizás prescindible, porque la versión no aportó nada ni en lo vocal ni en lo instrumental, pero sirvió para levantar a todo el teatro en lo que parecía ser el comienzo de un cierre por todo lo alto. Sin embargo, cuando todo el mundo se había venido arriba, incomprensiblemente Parker enfrió el ambiente con una nueva balada antes de volver al funk para finalizar un concierto que no tuvo bises. Fue una hora y media de calidad, la gente salía satisfecha, el único pero fue ese desatinado final y la falta de bises, la entrega y las ovaciones del público bien los merecían.

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