Cineasta de depurada coherencia y siempre interesante incluso en sus trabajos menos logrados, Robert Guédiguian propone en La casa junto al mar una historia de reencuentro familiar que se cruza con un problema urgente de nuestro tiempo como es el drama de los refugiados, acompañado además de puntuales y punzantes acotaciones a algunos de los males sin remedio de la suciedad humana, como a rapiña inmobiliaria y otros tejemanejes malolientes. El cruce de vías aparentemente distantes podría ser peligroso en manos menos experimentadas y honestas. Pero Guédiguian sabe en todo momento mantener un delicado equilibrio entre la parte más social de su historia con las zonas más intimistas de colisiones dramáticas. Al final, y sin esquivar en ningún momento la dureza de la realidad y las grietas que la vida va abriendo en la vida de sus personajes, el cineasta sigue apostando por proteger a toda costa un espacio donde la esperanza y cierta rebeldía utópica puedan subsistir.