Parece mentira que el creador de "Alicia en las ciudades", "Paris Texas" o "El cielo sobre Berlín" sea el mismo responsable de una obra tan aguada, impersonal y tediosa como Inmersión, en la que logra, incluso, el más difícil todavía de que dos buenos actores como James McAvoy y Alicia Vikander sean incapaces de sacar adelante sus papeles, aunque tienen demasiado talento como para evitar el desastre. Y lo peor es que los elementos de los que disponía Wenders eran prometedores: una historia interesante, un conflicto dramático lleno de posibilidades, medios de sobra. Y un reparto de mucha solera. Pero el resultado es gélido, sin fluidez y por momentos momificado, como si Wenders se desentendiera de su proyecto y lo llevara a cabo como un encargo alimenticio que quitarse de encima sin involucrarse. Ni funciona como drama ni mucho menos como cine romántico, naufraga en sus abstracciones sociales y se pierde en imágenes que, salvo un poco al principio, resultan anodinas y sin personalidad.

El punto de partida no es para nada original: un prometedor segundo entrenador de baloncesto (del Estudiantes, otro punto a favor para Fesser) pasa por una crisis personal que le lleva a agredir a su superior y, acto seguido, a sufrir un aparatoso accidente de tráfico. Como estaba ebrio, la juez que le obliga a cumplir tres meses de trabajos sociales para no pasar por prisión, destinándole a un centro de discapacitados que precisa de un entrenador. Dicho en otras palabras: "Somos los mejores" (Stephen Herek, 1992), pero con fútbol en lugar de hockey y discapacitados en vez de niños.

Fesser logra desbordar el cliché gracias a su humor físico y a esa capacidad para desbordar la realidad e introducirla en los parámetros de un surrealismo mágico. No faltan los gags elaborados, los golpes (nunca mejor dicho) de comicidad, incluso esos primeros planos alucinados que son marca de la casa. Escenas como la del accidente o el primer entrenamiento del equipo son puro Fesser, y sirven de adecuado contrapeso a los momentos más sensibleros del filme, rayanos con la manipulación emocional en instantes como el relato de Román.

Pero quizá su mayor logro sea su capacidad para poner a jugar a su reparto. Con el siempre sólido Javier Gutiérrez de base, bien escoltado por la refrescante Athenea Mata, Fesser es capaz no sólo de dar bola a esos inesperados actores que componen el equipo: les hace brillar de manera ordenada y efectiva, como un equipo engrasado que se ordena a partir del "pick and roll". Bloqueo y continuación, una fórmula eficaz para romper defensas en la pista y, también, para armar una comedia valiente.