Entre Íñigo y La Sexta, o La Sexta a costa de Íñigo, se le ha dado un nuevo vuelo al Festival de Eurovisión. No sé de dónde ha salido la pasión festivalera española. Pero es histórica. Año tras año se buscan fórmulas para recuperar la audiencia televisiva. Salió redondo el año de Rosa de España; pero enseguida se vio que aquello era un pufo y, de nuevo, el personal pasó del concurso. Las cadenas de televisión, TVE, que es la que manda (aunque este año no le queda más remedio que «asociarse» con La Sexta para el evento), siguen viendo una mina en este certamen tan viejo como desfasado. El rifirrafe ficticio de Íñigo y Massiel le pega un arreón a pocas fechas de que se celebre en Belgrado (el próximo día 24). Un arreón que no hace más que impulsar el sorprendente fenómeno Chiquilicuatre y su «Chiki chiki». Sólo queda descubrirse ante La Sexta por la inteligencia de sus rectores para mantener la tensión festivalera.