Oviedo, Chus NEIRA

Del hijo de un predicador y de un destilador de bourbon no podía salir nada bueno. Por eso son negros, pesados y fascinantes como un diamante en bruto. Mañana mismo a las diez de la noche (8 euros) estarán en la sala Savoy de Gijón y más vale que vayas a verlos. Son los «Black Diamond Heavies». Tocan gospel como si el mismo demonio estuviera oficiando la ceremonia, blues de pantano en una zona de desastre nuclear y soul empapado de ácido sulfúrico. Que nadie se llame a engaño, respetan los principios fundamentales de la música negra pero hasta tal punto que su actitud, su sonido, su forma de ver el espectáculo resulta completamente punk. Y lo más maravilloso del caso es que todo eso se lo montan sólo con una batería y un piano eléctrico.

Sí, «Black Diamond Heavies» son un dúo. Van Campbell se encarga de la batería, instrumento con el que ha recorrido medio mundo, y lo hace con furia y mañana. Batería de pegada violenta y precisa, se basta y se sobra para levantar el andamiaje de unas canciones basadas en el viejo boogie, el honky-tonk podrido, o el gospel de una iglesia en llamas. Su colega John Wesley Myers, el hijo del predicador, es el que se sienta detrás del piano Fender Rhodes y un pequeño órgano con el que hace los bajos. Hace eso, como lo haría aquel pianista de boogie al que una parálisis en su brazo izquierdo le obligó a tocar con el canto de la mano, escribiendo el ritmo a golpe de hacha. Y además canta. Por llamarlo de alguna forma. No son exactamente aullidos lo que sale de su boca ni tampoco una voz cavernosa, aguardentosa, rota, machacada. Todo eso se queda pequeño. La voz de John Wesley Myers, sea cantando una balada soul o arremetiendo un desatado rock'n'roll suena como si se hubiera trasegado cuatro botellas de lejía antes de subirse al escenario. No sé si me explico.

Con todos esos elementos, los «Black Diamond Heavies» ficharon por Alive Records y editaron el año pasado su primer disco, «Every damn time», donde ya se encontraba toda la brutalidad, contundencia y pasión que mañana desarrollarán sobre el escenario. El disco, no hay que engañarse, no sólo contiene descabalgados ritmos de rock'n'punk con un piano eléctrico completamente saturado y unas baterías a punto de destrozarlo todo. También hay alguna balada soul de fina sensibilidad que han acompañado en el estudio con unos vientos y un órgano Hammond. Todo un detalle que, no obstante, no quita al señor Wesley para entonar sus lamentos con algo menos de destrozo en las cuerdas vocales.

A Gijón llegan con este disco bastante rodado y aplaudido por toda la crítica y con otro bajo el brazo, «A touch of someone else's class», un nuevo trabajo que han grabado con el productor Dan Auerbach, de los «Black Keys», también en la escudería Alive records, en sus estudios Akron Analog.

El anterior, el «Every damn time», lo grabaron en los Revolution Sound de Chattanooga, en Tennessee, con Mike Pack y con un par de colaboraciones. El resto, sin trampa ni cartón, grabado de una sola toma, tal y como se verá mañana en el Savoy, son sólo dos tíos tocando blues como si tuvieran que tunelar una cordillera.

Tras este debut en Alive Records traen el nuevo «A touch of someone else's class»