Pajarita sí, pajarita no. El debate es intenso, y, sin ser nuevo, sigue siendo fundamental para el devenir del séptimo arte en el más célebre, radiante y fotografiado festival de cine del mundo, que hasta el próximo día 25 vive su 61 edición.

Plantea, además de una cuestión de estricto protocolo, otra más delicada de contestar: ¿por qué unos sí y otros no?

El diario local "Nice Matin" ha abierto el debate con fotos para apoyar su tesis de algunos de los más famosos caballeros de 'la Croisette', nombre por el que se conoce en Cannes el paseo marítimo salpicado de hoteles de lujo que lleva hasta el Palacio de los Festivales.

Las fotos permitían constatar que en la Croisette, pero sobre todo en el propio e inmenso 'castillo' de cemento donde tiene su cuartel general el Festival, algunos de los caballeros más famosos no llevaban este año pajarita, como es habitual para una proyección de gala.

Detalle chocante para algunos comentaristas, pues, como es sabido, vestir con la máxima elegancia (posible) es una obligación en Cannes, donde se quiere impulsar, comentar y ver 'Cine', no 'cine'.

Incluso los policías lucen guante blanco y uniforme de gala, porque la elegancia, ¡por favor!, es un requisito a ambos lados de la escalinata por donde pasan las celebridades.

Pero este año los caballeros que salen en las fotos, pese a ir casi todos ellos elegantísimos, y aportar a esta increíble pasarela su indudable atractivo y su inmenso talento, acuden sólo con chaqueta americana y simple corbata.

¡Sin pajarita!

Como el esposo de Angelina Jolie, Brad Pitt, que no llevó pajarita para asistir a algunos de los estrenos de su amada, o el emocionado y radiante Diego Armando Maradona en el estreno nocturno de "Maradona by Kusturica", de Emir Kusturica.

Lo que ha suscitado, si no quejas, algunas preguntas en la prensa.

Pues estos señores sin pajarita entran al Gran Teatro Lumière por la puerta grande, después de haber pasado ante la hilera doble de fotógrafos y las murallas de fans clamando sus nombres; tras haber llegado hasta allí en limusinas de lujo, acompañados de bellísimas y elegantísimas damas.

Doble agravio.

Para con las féminas, que en general se visten, peinan y maquillan como nunca en esas ocasiones, aprovechando y disfrutando al máximo de la excelsa ocasión que se le brinda.

Y también para con el ciudadano de a pie -vecino de la región o cinéfilo llegado de lejos- deseoso de acceder a una de las inolvidables proyecciones de gala del Festival, en una de las mejores y más confortables salas de proyección del mundo.

Pues ese público que, después de muchas peripecias, consigue una entrada, puede quedarse fuera, por muy trajeado que vaya, si olvidó o no logró hacerse con una pajarita "nudo-mariposa" ('noeud papillon') en francés.

Y no hablemos de los profesionales de la imagen que tantos sudores padecen apostados a ambos lados de la alfombra roja, y que, desde luego, no podrían llegar hasta allí sin esmoquin.

Todo sea por el Cine. Para que viva más y mejor. Hay que tratarlo como a una reina, como a una ópera, cuando menos.

Bueno, ya no. Porque en la ópera, incluso en los días de estreno supremo, se puede entrar en vaqueros.

Mientras que en Cannes, ¡ah, en Cannes! En Cannes no.

Sacrilegio.

¿Por qué tantos famosos, en oposición al protocolo vigente, prescinden de ese característico distintivo de una manifestación dedicada a elevar el séptimo arte y ensalzarlo de todas las maneras posibles, incluida la indumentaria?.

Los portavoces del Festival tienen la respuesta:

"Los artistas son los artistas y vienen como quieren", con vaqueros y camiseta si lo desean.

Se sobreentiende que ya pasaron lo suyo, hasta conseguir estar donde están, y que una vez en la cúspide o en sus cercanías, sin ellos el 'Cine' no existiría.

La guinda de todo este pastel la ha puesto la actriz francesa Yasmine Lafitte que, posando ante los fotógrafos, nos deja entrever sus más preciados tesoros sin que, gracias a su dulce sonrisa, sepamos si se trata de un simple descuido o de una lúbrica provocación.

Cannes seguirá siendo símbolo de elgancia.