El bullicio de este centro escolar del distrito XX de París estalló a la llegada el autobús de la fama, cargado con dos docenas de chavales desconocidos hasta hace una semana que vuelven de un periplo cinematográfico de más de un año y que les ha llevado a triunfar en una de las muestras de cine más prestigiosas de Europa.

Los alumnos, ninguno de ellos actor profesional, trabajaron durante casi doce meses para dar forma a una cinta de 128 minutos, a caballo entre el documental y la ficción e inspirada en un libro de François Bégaudeau, a su vez protagonista de la película.

"Entre les murs", película francesa que ha conseguido que el máximo galardón de Cannes recaiga en una obra del país anfitrión tras veintiún años de sequía, es un film muy oportuno sobre la "sociedad francesa, múltiple, compleja, con fricciones ocasionales", como lo definió su director, Laurent Cantet, al recibir el galardón.

Los jóvenes actores protagonizan una historia de relaciones entre adolescentes y profesores que se desarrolla en su mayor parte en una sola aula, la de la clase de francés, con un contexto de choques en la integración de los inmigrantes en Francia, problema extrapolable a muchos otros países europeos.

Como pequeñas estrellas de la gran pantalla, vestidos de largo y repartiendo abrazos a compañeros entre risas, nervios y gritos, los alumnos descendieron del autobús frente a su colegio, emplazado en un barrio popular de la capital de Francia, cuyos habitantes son, en su mayoría, inmigrantes o descendientes de inmigrantes.

Esmeralda, Agem, Souleymane, Khoumba y el resto de compañeros mostraron orgullosos los rastros de maquillaje, los trajes de noche y las corbatas que lucieron este fin de semana sobre la alfombra roja de Cannes.

Con la sonrisa de satisfacción del trabajo bien hecho y el brillo en los ojos de un grupo de niños que ha saboreado las mieles de la fama, atravesaron el patio entre la multitud infantil para refugiarse en una clase donde los responsables del centro iban dejando entrar a periodistas y fotógrafos.

"La experiencia ha sido positiva para todos", explicó a Efe Sonia Tassimot, una de las coordinadoras educativas del colegio, pero "hay que prestar atención y no dejar que se les suba a la cabeza".

Entre flashes, cámaras y micrófonos, explicaron a los periodistas lo mucho que han disfrutado de la experiencia o la fiesta que montaron en el autobús, de regreso a París.

Fatigados por soportar la mirada de las cámaras, inusual para un grupo de chiquillos que hasta hace unos meses no se diferenciaban de los alumnos de cualquier otro centro escolar de Francia, sus profesores les eximieron pronto de sus recién adquiridas responsabilidades mediáticas y despacharon a la prensa.

Mientras tanto, en el patio, un estupendo revuelo cinematográfico mantenía agitados a los compañeros, algunos de los cuales trepaban por las ventanas para ver cómo sus camaradas atendían a la prensa y posaban para las cámaras.

"Cuando les das oportunidades a los alumnos de este barrio, demuestran que son capaces", pero tienen que darse cuenta que "no son estrellas y que la vida es dura", subrayó Tassimot, quien consideró que la experiencia había sido magnífica para todo el colectivo de alumnos, profesores y trabajadores del centro.

Mañana no habrá periodistas en el colegio Françoise Dolto y los veinticuatro actores volverán a sus vidas de alumnos para representar el papel más exigente y, a la vez, al que están más acostumbrados: el de adolescentes.