Llueve. Cae en todos los formatos. De temporal, de tormenta rabiada y traidora, de esas que caen al segundo de que el sol «casque» para uso de gafas de ídem; de tormenta simpática, de esas que sueltan el chorro mientras el personal se anima («huy, qué bien vienen estas gotinas»), pero luego no se va en días; también llueve de forma torrencial; y, por su puesto, cae el legendario orbayu. Ya empieza a cambiar el registro informativo. Hasta hace nada las aperturas de Telediarios y demás «puestos» informativos eran una alarma sobre la sequía. Hubo todo un enredo con los trasvases nacionales y se recomendaba prudencia con el líquido elemento. Ahora cae agua sin parar y puede perjudicar a mucha gente. Y, mientras el vaivén de sequía y agua es protagonista, nos olvidamos del petróleo, cuyo barril sube a ritmo del mejor J. E. Cima en sus buenos tiempos en las filas del Kas. En nada, la «gasola» habrá que pedirla por chupitos.