Para la revolución de la televisión lo mejor es empezar cortando por lo sano el último día del año anterior y su madrugada. O sea, hay que empezar a meter mano a los programas precena de Nochevieja y culminar eliminando los postcena. Sobre todo éstos. Sus enlatados se repiten, como la morcilla. Es decir, enlatados musicales que son similares a los de los años ochenta y setenta. Quitando el blanco y negro y los avances digitales, el contenido es idéntico o peor. Porque lo mismo era mejor ver a Massiel, Cliff Richard, Umberto Tozzi o «Suzi Quatro» y viejos vídeos de los «Rolling Stones», «Los Beatles» o Elvis, que eran asuntos que se programaban en décadas anteriores, que el cartel que se está repitiendo en los últimos años. Tiene que ver con la exigencia mínima que hay para triunfar en la música o en el humor (elementos fundamentales en este tipo de programas), pero tiene mucho más que ver con la inexistente imaginación de los programadores. Cuando brinden en la despedida del 2009, pidan salud para todos y cambios en los enlatados de Nochevieja.