El debut de la soprano asturiana Beatriz Díaz (Boo, 1981) en un teatro de la significación histórica de La Fenice de Venecia se ha saldado con un indiscutible y merecido triunfo. Al menos en la función del miércoles 3 de noviembre, segunda de las cuatro que tiene contratadas con el remozado teatro, que es la que este cronista tuvo la oportunidad de ver. Triunfo que hubiera podido ser más brillante de haber estado acompañada por un mejor reparto, perjudicado en exceso por la actuación del tenor Enrico Iviglia, sustituto del inicialmente previsto Shi Yijie.

Y no lo tenía fácil Beatriz, pues el papel protagonista de la popular ópera de Gaetano Donizetti «L'elisir d'amore» -papel escrito para una soprano lírica, aunque habitualmente lo acometan las lírico-ligeras- tiene mucho que cantar y todo de compromiso. Beatriz hizo una Adina muy seria, y salvo en cuatro frases que quizás requieran un registro grave algo más sonoro, cumplió sobradamente tanto en los números individuales como en los de conjunto, teniendo su momento más feliz al final de la obra con el «Prendi, per me sei libera», que dijo de manera magistral, con una exquisitez al alcance de muy pocas sopranos.

Enrico Iviglia no posee ni la voz ni el dominio técnico necesario para hacer un Nemorino con el nivel que debe ofrecer un teatro de la categoría de La Fenice, lo cual nos demuestra que en todas partes cuecen habas. Su ingrato timbre, caprino y con pocos armónicos, deslució la representación desde el principio. Tampoco su línea de canto le permitió lucirse en ningún momento, y para el que esto escribe fue una verdadera sorpresa que fuera ovacionado con cierta intensidad en la romanza «Una furtiva lacrima».

Tampoco el barítono Marco Filippo Romano fue un gran Belcore, aunque cumplió con corrección tanto en lo vocal como en lo escénico. Más afortunado que sus colegas masculinos estuvo el bajo Elia Fabián como Dulcamara, alcanzando momentos de cierta brillantez, sobre todo, en la parte final de la ópera.

Mal el maestro Matteo Beltrami, que tuvo verdaderos problemas en la concertación, y no supo nunca manejar el volumen de la orquesta. Y correctos los coros y Arianna Donadelli como Giannetta. Regular la escena de Bepi Morassi, con apuntes de «autor» que no venían muy a cuento -como el de dejar en ropa interior a la protagonista en la octava escena del acto primero- y algún detalle gracioso sin más.

En definitiva, una mediocre representación en la que brilló con luz propia nuestra paisana, Beatriz Díaz, sin duda lo mejor de la velada, que da así un paso muy importante en la prometedora carrera internacional que inició el año pasado bajo la égida del todopoderoso Riccardo Muti.