El gran Donkey Kong pisa con fuerza en su esperado regreso. Y lo hace adaptándose a los nuevos tiempos pero con la mirada puesta en su glorioso pasado como obra maestra de las plataformas. Si hay un título llamado a reinar estas Navidades con las miras puestas en la diversión más familiar (con un ojo en los críos y otro en los mayores con ganas de recuperar sensaciones pasadas), ése es Donkey Kong Country returns. Que, por cierto, puede ser un aliado para los padres que tengan problemas a la hora de que sus hijos vean la fruta de otra manera...

Una tribu con poderes hipnóticos. Una invasión. Una aventura. Hay que enfrentarse a los enemigos, acabar con la hipnosis que mantiene esclavizados a sus amigos y recuperar las bananas robadas. El objetivo es pasar con éxito las fases que nos esperan en los ocho mundos de la isla. Y, desde luego, no es tarea sencilla llegar al último jefe. Correr y brincar, arrojar barriles (objetos clave), subir por la vegetación, rodar por el suelo para llevarse lo que haya por delante o romper elementos del escenario son las «armas» de que se dispone para ir comiendo terreno al enemigo descubriendo secretos. La variedad de situaciones, en alianza con un ritmo vertiginoso, hacen del juego una experiencia gozosa, una diversión inagotable que saca todo el partido posible a los trazos juguetones de la Wii. Reflejos a tope. Y todo ello envuelto por una estética preciosa que hace aún más hipnótica la experiencia de adentrarse en una aventura que garantiza horas y horas de diversión trepidante.