La última visita del director Guillermo García Calvo a Oviedo, de nuevo al frente de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), no dejó indiferentes. Tras su debut en la Ópera de Oviedo en el foso de «Tristán e Isolda», el director madrileño, que opta a la próxima titularidad de la OSPA, regresó con un programa atípico y exigente en la temporada de la orquesta asturiana, que llevó con una fluidez y control soberbios, en la plenitud de versiones sólidas y rigurosas en el detalle. No en vano, García Calvo es uno de los candidatos preferidos para ocupar el podio de la OSPA, que en su nueva etapa pretende crecer y proyectarse, mientras unifica sus extremidades instrumentales, para así fortalecer la continuidad de un proyecto que, como se vio el viernes bajo la dirección de García Calvo, puede tener un futuro brillante.

La velada musical, que tuvo su primera parada el jueves en Santiago de Compostela, supuso además la presentación en Asturias de los hermanos Víctor y Luis del Valle, que recogen la herencia de los dúos familiares de pianistas para, desde una óptica contemporánea, revitalizar el repertorio con la frescura y personalidad de interpretaciones que se asientan en la absoluta estabilidad del dúo, la compenetración de los músicos y su seriedad ante la comprensión de las obras y estilos. Así fue en el «Concierto para dos pianos» de Poulenc, una de las joyas para esta formación del siglo XX, que presenta una gran variedad de rasgos confeccionada con cierto hedonismo. Una obra colorista y vital, al más puro estilo del primer Poulenc, con una combinación de energía rítmica y encanto melódico que, a través de un conjunto de proporciones clásicas perfectamente concertado, conoció una lectura transparente y auténtica.

Antes del concierto de Poulenc, la OSPA abordó la tercera sinfonía de Roussel, compositor francés que concilió el academicismo de d'Indy y las nuevas tendencias del siglo XX, por lo que fue admirado por la generación de Poulenc y otros jóvenes como Milhaud, presente en las propinas de los hermanos Del Valle, con la «Brasileira de Scaramouche», así como las «Variaciones sobre un tema de Paganini», de Lutoslawski. La «Sinfonía n.º 3 en Sol menor, Op. 42» de Roussel descubrió a un creador de singular estilo, en una obra neoclásica que no excluye la vanguardia y que exigió de la orquesta, ampliada, el máximo de todas sus secciones para una versión del más alto nivel, con un reflexivo estudio de las dinámicas y los volúmenes para extraer toda la riqueza y exuberancia de la obra.

La «Sinfonietta» de Janacek, más conocida pero igualmente exigente, ocupó la segunda parte del concierto en una versión plena de vigor, siguiendo el coraje y orgullo patriótico que la inspira, con la influencia del folclore checo que cruza la obra. De este modo, la OSPA ofreció una interpretación llena de fuerza y colorido, que abrieron unos espléndidos metales, en un viaje de ritmos y combinaciones instrumentales realmente excitante. Éxito rotundo, pues, para el último paso de García Calvo por Oviedo y la OSPA, que, con los dos últimos conciertos en junio de la temporada, concluirá el desfile de candidatos a la dirección titular con David Lockington al frente.