Oviedo, Javier NEIRA

Excelente «Réquiem» para una jornada de reflexión. Y es que la orquesta y coro del teatro Regio de Turín, dirigidos por el maestro Giandrea Nosea, convirtieron ayer el auditorio de Oviedo en un espacio luminoso frente a las perspectivas lúgubres que cabría esperar de la obra de Verdi. La introducción y el «kyrie» fueron tremendos de sonoridad, pero el «dies irae» superó todo lo visto en volumen y también en calidad, en buena medida, gracias a la soprano Tamar Iveri. Por seguir con los paralelismos, un día de la ira para una jornada de introspección.

El tenor Maksim Aksenov puso el punto operístico de la obra muy bien secundado por el bajo, también ruso, Ildar Adbrazakov. El «lacrimosa», en cuarteto, fue bellísimo, y el desarrollo del ofertorio, complejo y riquísimo de matices, mostró una dirección verdaderamente magistral a cargo de Noseda. El «sanctus», en doble fuga, resultó limpio y claro, ya más oratorio que dramático, como el «Agnus Dei», sacramental y fervoroso, sin perder la idea de conjunto. Fue el mejor momento de la mezzo Daniela Barcellona. «Lux eterna, libera me...», unas súplicas exigentes en la batuta de Noseda, en las voces de los solistas y del coro y en toda la orquesta italiana, sin duda formada por músicos que conocen bien a Verdi. «Requiem aeternam», una composición inmortal que ayer en Oviedo invitó una vez más a la meditación visitando las honduras del alma humana y también, sin más, a disfrutar del arte por el arte. La ovación fue de tímida a explosiva e interminable.