El Palau de les Arts valenciano lidera la producción española de ópera incluso en las reposiciones. La del «Fidelio» de Beethoven con la que abrió las puertas hace pocos años, muy perfeccionada por su autor, el arquitecto florentino Pier'Alli, con base en las mejoras tecnológicas del enorme escenario y su afortunado rodaje, pareció un estreno absoluto por la espectacularidad videográfica añadida a los decorados sólidos. Este festival, fruto de la complicidad de la intendente Helga Schmidt y su titular, el maestro Zubin Mehta, no se contenta con el acostumbrado nivel de excelencia y sobrepasa siempre sus marcas. La tetralogía wagneriana creada por «La Fura dels Baus» de 2007 a 2009 sigue siendo referente mundial. Pero en el gran repertorio también opera la voluntad de dar la última hora sin concesiones al facilismo iconoclasta.

En esta versión valenciana, «Fidelio» es más que nunca el discurso de la libertad, de la resurrección del ser humano sepultado por las tiranías y de la fuerza redentora del amor. Sin retórica ni sobreexpresión filosófica, sino como acción dramática y canto iluminado desde el interior, el argumento tomado por Beethoven y tres libretistas de un poeta de la Revolución Francesa reafirma su actualidad de obra de arte y muestra sus valores proyectivos en cualquier momento y situación de la sociedad humana. La escena final del primer acto, en que los prisioneros emergen de la tierra como si salieran de las tumbas y entonan el poderoso himno a la luz y al aire libre, emociona y exalta como si la postración física representada fuese aplicable a toda clase de violencia moral. El coro masculino del Palau luce en ese instante la medida de su grandeza, pero es el mixto, al concluir la obra, el que acaba de convencernos de estar oyendo al mejor coro de ópera de Europa.

Como la sensacional orquesta, si no la mejor, una de las mejores del orbe lírico, que con la maestría de Mehta hizo gritar unánime al auditorio tras el acorde final de la obertura «Leonora III», ubicada desde Fürtwängler en mitad del segundo acto.

Conmovedora pieza maestra pese a los conocidos defectos formales (sobre todo en el primer acto) que Beethoven, inexperto en el género, no logró superar a lo largo de tres versiones. Nunca cede su lugar de privilegio en el plano en que se aúnan la gran música y los grandes ideales. El elenco, de indiscutible primer nivel, estuvo encabezado por la poderosa soprano dramática Jennifer Wilson en el rol travestido de Leonora/Fidelio, con el Florestán a cargo del todavía insuperable Peter Seiffert. Curiosamente, el más aplaudido fue el bajo Stephen Milling, Rocco de antología. Dos grandes bajos, el ilustre Robert Lloyd y el joven ruso Yevgueni Nikitin, en los roles del político bueno y el malo, dan el mayor rango a sus partes, con el concurso excelente de Sandra Trattnigg y Karl-Michael Ebner en la pareja de jóvenes enamorados. Casi todos de la «escudería» tetralógica de la señora Schmidt.

Las ovaciones finales, con el público puesto en pie, fueron gloriosas. Pier'Alli y el director del coro, Francesc Perales, centraban con el insigne Mehta la fila de magníficos artistas que acababan de hacer una función memorable.