Teniendo en cuenta cómo empezó la noche, puede que Martin Scorsese fuera quien saliera con peor sabor de boca de la 84ª edición de los Oscar. Pero con cinco estatuillas en el bolsillo, no sería justo colgarle la etiqueta de perdedor.

Hubo otros que títulos que lo pasaron peor que La invención Hugo, como por ejemplo el Caballo de Batalla de Steven Spielberg o Moneyball, la cinta de béisbol protagonizada por Brad Pitt. Las dos tenían seis nominaciones, y las dos se fueron de vacío.

Cierto es que Scorsese, ya anclado en su imagen de entrañable abuelito de Hollywood, debió ver muy, muy de cerca el triunfo total de su Hugo en los Oscars 2012. No es culpa suya. Pero lo que a mitad de la gala se prometía como una gran noche para el Martin más familiar y cinéfilo, se quedó finalmente en un deslucido triunfo en categorías técnicas. Oscars menores dicen. Y a tenor de las celebraciones de unos y otros... no mienten.

Pero que Martin y los suyos tampoco se rasguen las vestiduras. Ellos se fueron con cinco estatuillas bajo el brazo. Perdieron en calidad pero no en cantidad. Algunos no tuvieron ni eso que llevarse a la boca.

Y si no que se lo pregunten a Spielberg. El antaño Rey Midas de este universo dorado ya se llevó un pequeño revés al ver como la Academia le dejaba fuera de los nominados a mejor director -uno más grande al ver como su Tintín estaba fuera de las nominadas en la categoría de animación-. De las seis candidaturas que atesoraba su hiperépica Caballo de Batalla, la de mejor banda sonora para John Williams era la que parecía más a su alcance.

Pero al final ni eso. El maestro Williams se quedó sin su sexto Oscar y su War Horse salió de la gala cabalgando tan ligero de equipaje como entró. Tampoco fue una sorpresa mayúscula para nadie. Este año no estaba en las quinielas y eso, para bien o para mal, se sabe.

Algo parecido se puede decir de Moneyball: Rompiendo las reglas, la cinta de béisbol protagonizada por Brad Pitt que se había colado entre las favoritas también con seis candidaturas. Pero era un número engañoso. Ni siquiera Pitt había sido considerado verdaderamente para el premio a mejor actor -Clooney era la única alternativa real que sonaba a Jean Dujardin- y otros de sus nominados, como Jonah Hill, todavía se pellizcan cada mañana mirando la papeleta con su nombre entre los candiatos.

Con un discreto saldo de uno de cinco se despidieron de la gala los otros dos títulos que tras Hugo, The Artist, Moneyball y War Horse acumulaban más candidaturas: Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres y Los descendientes. Idéntico saldo, sí. Pero lo cierto es que se trata de sensaciones muy distintas.

Y es que la tibia acogida que ha tenido la revisión de la primera obra de la popular trilogía de Larsson de la mano de David Fincher convirtieron el hecho de estar entre las más nominadas en un premio en sí mismo para Millennium. El Oscar al Mejor montaje que se han llevado Kirk Baxter y Angus Wall es una guinda magnífica a un pastel que nunca pensaron comerse.

Lo de Los Descendientes deja, de nuevo, peor sabor de boca. Hubo quien ni corto ni perezoso la llegó a señalar como alternativa válida a The Artist y a Hugo. Una tercera vía a la gala bipolar que presumía y que finalmente se hizo realidad. Y no parecía ni mucho menos descabellado. Al menos Alexander Payne ya tiene dos Oscar. Si sigue en su línea le auguramos alguno más.

Y no podemos olvidar que ni eran todos los que estaban (nomiados) ni estaban (nominados) todos los que eran. En la primera criba los académicos ya dejaron fuera títulos notables como Drive, Shame o Melancolía y ningunearon a trabajos notables de nombres como Michael Fassbender, Ryan Gosling, Carey Mulligan, Tilda Swinton o Albert Brooks. Pero de esos atropellos ya nos lamentamos en su momento...