Yo lo conocía, en los tiempos del primer Canal Plus, por el guiñol. Hilario Pino era su guiñol. De esto parece que hace una eternidad. Y quizá sea porque ha dado lugar a que al encartado le salga pelo, una mata enorme de pelo, pelazo, dicen ahora los anuncios de champú, fíjense qué tontería de palabra.

Hilario Pino era su calva y su guiñol, un fijo que sacaban parodiando su forma de decir las Noticias de Canal+. Luego Hilario pasó 15 años ligado a Mediaset, donde de nuevo presentó sus noticiarios hasta el año pasado ligado a Cuatro.

Al final, aunque la versión oficial fue la tontuna de que Hilario iniciaba otra etapa profesional fuera de ese grupo, y como no podía ser de otra manera en un tipo que dejaba claro que él no era «un presentador florero», Hilario Pino no cedió a tanta bagatela periodística como le hacía tragar la deriva impuesta por Pedro Piqueras.

Ya sabemos que Piqueras hace un noticiario que sólo tiene un tramo inicial, nunca más de 10 minutos, que podemos considerar de interés periodístico. A partir de ahí inicia un descenso al infierno del suceso, del espectáculo y el entretenimiento enmascarado como información. Lo contrario a un informativo creíble.

Lo cierto es que al poco tiempo a Hilario lo vimos sentado como colaborador de La Sexta noche, y desde el minuto uno dejó notar su impronta. Suave de formas, sin levantar la voz, es un cazador que sabe rodear a su presa. Dibuja una sonrisa entre pícara e irónica y pregunta con astucia, argumentando, dejando claro que no es un periodista florero, y que tampoco necesita ser una Ana Pastor encantada de escucharse o un Eduardo Inda fallero. Pino sustituye a Iñaki López en La Sexta noche este verano. Su fina mordacidad es un regalo.