A falta de dos meses para que se cumpla un año del día en que David Foster Wallace apareció colgando de una soga en su domicilio de Claremont, California, este verano pinta bien para cogerse una de sus últimas obras, «Hablemos de langostas», largo recopilatorio de textos varios, falso y nuevo periodismo, crónica, reseña y «vaya-usted-a-saber» donde brilla forma y fondo de uno de los grandes americanos, experimentador y, al tiempo, cámara lucidísima. Brutal.

Mondadori, 21 euros