Los que pasamos buena parte de la infancia lectora enganchados a las novelas de quiosco de Silver Kane o Keith Luger acogemos encantados y fascinados la publicación en España (gracias al Círculo de Lectores en primorosa edición) de Warlock, un clásico de las letras norteamericanas de Oakley Hall en el que se inspiró (vagamente) el notable western «El hombre de las pistolas de oro». Qué gozada leer con prosa magnífica e hipertensa todos los lugares comunes de pueblos polvorientos, pistoleros patibularios, turbas linchadoras, duelos al sol, putas de pasado turbio, jueces pintorescos, pianistas letales, coraje amartillado, honores crepusculares y «seis tiros» que brillan antes de escupir fuego. Larga, extenuante a veces en su minuciosidad (después de algunos párrafos cuesta tragar saliva, el polvo se escapa de las páginas) y de diálogos punzantes (quizá demasiado en algunos casos, hay vaqueros que hablan como Hamlet) y estructura envolvente y arriesgada, Warlock garantiza muchas horas lectoras gracias a un autor de puntería infalible que convierte los estereotipos en personajes de carne y hueso. Imprescindible.