Oviedo, María LASTRA

La espera terminó ayer, y el mago más famoso de los últimos tiempos regresó. Harry Potter usó su varita mágica para congregar a un gran número de fans en las salas de cine asturianas, independientemente de su edad, sexo o, incluso, nacionalidad. Éste fue el caso de Colbey Ricklefs, estadounidense nacido en Missouri, que este mes de julio se encuentra en Oviedo perfeccionando su español, y que acudió ayer al estreno de las nuevas aventuras cinematográficas de su mago favorito.

«Harry Potter y el misterio del príncipe» es el título de la sexta entrega cinematográfica del aprendiz de mago. En esta ocasión Harry trabajará con Dumbledore para vencer a su enemigo, Voldemort. Además, el amor hará acto de presencia en la vida de Harry. De esta nueva entrega de la saga se espera que sea todo un «boom» de taquilla, al igual que sucedió con sus predecesoras.

La «harrymanía» no tiene fin. Ayer se vio en las salas de cine asturianas. Nervios y, sobre todo, ganas de ver qué le pasaba a la pandilla de magos de Hogwarts. A juzgar por lo que confesaban a las puertas del cine, Potter y su gran amigo Ron Weasley son personajes favoritos del público. Pero no de todos, Alejandro Abuso, de 17 años, parece quedarse con los encantos de la inteligente Hermione Gardner. ¿Qué le llevó al cine a ver esta sexta entrega? «La gran publicidad que se le está dando».

Sin embargo, los hay que acudieron como auténticos fans de la saga. Fue el caso de Rubén Sánchez, de 14 años, que acudió al cine el mismo día del estreno porque «no quería perderme la película antes de irme de campamento».

Entre los más fanáticos están sin duda el estadounidense Colbey Ricklefs y sus dos amigos, que se presentaron ataviados con unas camisetas que rinden homenaje al profesor Dumbledore. De este grupo, Anna Boisseau, de 18 años, mostraba su admiración por el mundo de Hogwarts y, antes de ver la película, se la veía expectante por ver la escena en la que Harry se enfrenta al asesino de sus padres.

Fue un estreno mágico que en los cines Yelmo lo será doblemente, en sala Imax 3D de Oviedo, que hasta el domingo contarán con la actuación de «El gran mago Nacho».

Al desangelado y frustrante final de Harry Potter y el misterio del príncipe sólo le falta el cartelito de «continuará» para no dejarnos dudas del valor de esta nueva entrega como un título de mera transición para cumplir con la hambrienta taquilla antes de los arreones finales. Es, en general, la película más realista de la saga, y también la más aburrida. Y lo es no porque tenga acción con cuentagotas, sino porque sus extenuantes 155 minutos dedican una parte a todas luces excesiva a episodios de hormonas juveniles en ebullición que no sólo no aportan nada a la historia, sino que la banalizan de forma irremediable. Tampoco beneficia a la estructura y el ritmo de la película que se les dé más cancha a las gansadas de Ron. Sólo el personaje de Hermione tiene más entidad como adolescente en vaivenes hormonales, pero más por el talento de una actriz prometedora que por las simplezas del guión. Pero lo que más se echa en cara, dando por hecho que las carencias interpretativas de Daniel Radcliffe tampoco permiten mucho más, es que el personaje de Potter se encalle sin que apreciemos evolución. De hecho, sigue siendo el tercer título, dirigido por Alfonso Cuarón, el único que sacaba de sus casillas tanto al personaje como a su actor. De ahí que la pretendidamente emotiva escena que encierra la tragedia final (precedida de un duelo más bien insulso) se quede en un quiero y no puedo que lastra las buenas intenciones de un director con buen gusto para el encuadre sensato y la composición elegante. Y un error de bulto: los malvados no dan la talla, sobre todo el rubiales Draco.

Eso sí: el arranque con el ataque a Londres (junto con la impresionante batalla de fuego en el lago, lo mejor) es arrollador y deslumbrante, sobre todo en 3D. Pero dura tan poco...