Gijón, J. L. ARGÜELLES

Ha cubierto para distintos medios de comunicación muchos de los grandes conflictos internacionales de los últimos años: de Kosovo a Irak. Ha ganado, entre otros, el Premio Club Internacional de la Prensa y el «Ortega y Gasset». La periodista leonesa Olga Rodríguez (1975), que participa estos días en la «Semana negra», en Gijón, tiene reciente «El hombre mojado no teme la lluvia» (Debate), un libro que toca, desde la experiencia, la piel de las guerras.

-¿Se han contado bien las contiendas, los conflictos de Oriente Próximo y Medio o la narración periodística de esas crisis está sesgada por el punto de vista occidental?

-Se cuenta mucho, pero se cuenta mal. Hay ideas equivocadas, preconcebidas, y a menudo se estigmatiza a estas sociedades. Y es cierto que el punto de vista es, muy a menudo, el occidental. Desconocemos la responsabilidad que Occidente tiene en todas esas desgracias.

-Usted cuenta esos conflictos a través de quienes los sufren. ¿Por qué esa opción y no la más usual del punto de vista falsamente aséptico?

-Yo he podido entender lo que pasa en Oriente Medio a través de historias personales. Pensé que si esos relatos me dieron claves fundamentales, pueden ayudar a la gente, a su vez, a entender las cosas. Soy una admiradora de Kapuscinski, y pienso como él que las pequeñas historias ayudan a entender la Historia con mayúsculas. Los periodistas abusamos de las cifras.

-En el libro también vuelve, en ocasiones, a la narración en primera persona. Es un tipo de periodismo que inexplicablemente, bajo el pretexto de la objetividad, hay quien cuestiona.

-Utilizo la primera persona como hilo conductor, pero no hablo de mí. No hay que convertir el relato de los hechos en primera persona en un tabú, aunque defiendo la idea de la vieja escuela: los periodistas somos mediadores y no protagonistas; nosotros no somos la noticia. Es algo que me preocupa porque veo, sobre todo en televisión, todo lo contrario.

-¿Estamos ante un siglo marcado por los conflictos de Oriente Medio?

-Lo que sí creo es que Oriente Medio va a estar marcado por las luchas de poder de las grandes potencias. Hablamos de una especie de tablero en el que se juegan muchos intereses, de una zona que es víctima del neocolonialismo que ha aupado y derrocado gobiernos, además de explotar las materas primas sin importarle las consecuencias.

-¿Se siente defraudada por la posición de la Unión Europea (UE)?

-Un ejemplo es el pueblo palestino, víctima de la política israelí. Israel incumple sistemáticamente las relaciones de Naciones Unidas. La voz de la UE ante las masacres en Gaza ha sido muy tímida; los bombardeos han destrozado, una y otra vez, infraestructuras pagadas por la UE, que no ha protestado.

-¿Oriente Medio es el punto de choque de dos grandes fundamentalismos, en el sentido en el que utiliza el término Tariq Alí, los del neoconservadurismo estadounidense y el del islamismo radical?

-Es una interpretación simplista. El asunto de fondo es, como en tantos otros sitios, una cuestión de opresores y oprimidos, de invasores e invadidos, de explotados y explotadores.

-¿La presidencia de Obama puede ayudar a aliviar esas tensiones?

-Quiero tener esperanza. El discurso que pronunció en El Cairo está en esa línea, pero hay que acompañar las palabras de hechos. Hasta ahora no ha hablado de los asentamientos judíos en Cisjordania, cuyo desmantelamiento es una cuestión fundamental. También tengo curiosidad por ver qué política aplica en Afganistán y Pakistán, donde todas las semanas mueren civiles por las bombas estadounidenses.

-¿Es posible la solución en la zona sin una alternativa al problema palestino?

-Creo que no. El conflicto entre israelíes y palestinos es la espada que pesa siempre. Y la solución no es difícil, es una cuestión de voluntad. Lo dice uno de los personajes de mi libro, un israelí que perdió un hijo en un atentado palestino. Afirma que la causa del conflicto es la ocupación israelí. Es el meollo.

-¿Es consciente de que algunos lectores de su libro la pueden tachar de antiestadounidense?

-He vivido en Estados Unidos y me encanta; tiene cosas buenas, que admiro. Pero, en el caso de Irak, es legítima la defensa contra un país que invade otro de forma ilegal. Cuestión distinta es la del terrorismo, que condeno de manera tajante.

-¿Se equivocó Aznar al apoyar a Bush en la guerra de Irak?

-Siempre he pensado, como la mayoría de los españoles, que la invasión de Irak era una operación equivocada. El tiempo nos ha dado la razón.

-Usted vivió esa invasión en primera fila...

-Fueron días muy convulsos. Como periodista, vivir un cambio tan abrupto, la llegada de tropas extranjeras y la caída de un dictador, los saqueos y la formación de las guerrillas, es emocionante porque es periodismo en estado puro. Todo aquello modificó mi orden de prioridades para siempre. La guerra nos pone frente a nuestra vulnerabilidad; a mí, ahora, el amor me parece revolucionario.

-Usted afirma en su libro que en Abu Ghraib se usaron las mismas prácticas de tortura que en prisiones de Afganistán. ¿Había una orden de usar sistemáticamente la tortura?

-Es posible, porque en todas las prisiones controladas por las fuerzas estadounidenses esas prácticas eran similares, como los ahogamientos simulados. Un ejemplo es Bagram, en Afganistán, donde se sigue encarcelando a la gente sin cargos ni juicio. Aún hay prisiones secretas.

-Presenció la muerte del reportero José Couso en la terraza del hotel Palestina, en Bagdad, por fuego de tropas estadounidenses. ¿El reciente auto de la Audiencia Nacional revocando el caso supone la impunidad para quienes matan a periodistas en un conflicto?

-Es cierto que yo estaba allí y que me salvé de milagro, aunque aún tengo una lesión en el oído. Estoy viva porque sonó el teléfono y, en ese momento, di dos pasos hacia atrás. Ante el juez hemos declarado cuatro testigos, pero hay muchos más, hasta trescientos periodistas de todas las nacionalidades alojados entonces en el hotel Palestina. Ante la decisión de la Audiencia Nacional que cierra el caso, los periodistas hemos emitido un comunicado de indignación por ese auto, que da impunidad a los ejércitos. Se viene a decir que Estados Unidos no miente porque es una democracia, con lo que nos llama mentirosos a los testigos. En el hotel Palestina no había ninguna amenaza para las tropas estadounidenses, pero es que, además, se mató a dos periodistas protegidos por las leyes internacionales. Un edificio en el que se alojan periodistas está protegido por la Convención de Ginebra. Ese auto contribuye a desproteger aún más a los periodistas en las zonas de conflicto. No es baladí, porque la seguridad de los periodistas es la garantía de la información en las sociedades democráticas. Es un triste paso, pero me consta que la familia Couso recurrirá ante el Constitucional.

«De Oriente Medio se cuenta mucho, pero se cuenta mal, y muy a menudo desde el punto de vista occidental»

«Soy admiradora de Kapuscinski y pienso como él que las pequeñas historias ayudan a entender la Historia»