Barro (Llanes), Pablo ANTUÑA

«¡Akpunando!». Así se dan los buenos días los jóvenes que participaron estos días en el campamento que la parroquia de Noreña organiza en Barro, Llanes. No es que todos se hayan vuelto locos, es que han comenzado a hablar el dialecto de Benín, la ex colonia francesa situada entre Togo y Nigeria de donde proceden dos de los monitores, Abraham Dogari y Christian Hounkpatin. Su presencia en el campamento está justificada por la colaboración con la ONG local Solidaridad con Benín y por el objetivo de movilizar las conciencias de los jóvenes participantes sobre la situación de esta república africana.

Durante 15 días los monitores han querido sensibilizar a los más pequeños, y transmitirles la tarea que desarrollan a lo largo del año. Así lo explica su coordinador, Lesmes Nachón Suárez: «Queremos que conozcan el contexto de Benín, cuáles son las costumbres, las tareas que desarrolla la ONG, y que sepan la labor que se realiza para sensibilizarles y que valoren e intenten formar parte del proyecto en la medida de lo posible».

Para vivirlo de cerca, para que tuvieran testimonios de primera mano de la realidad de uno de los países más pobres de África, nada mejor que el testimonio de dos de sus habitantes. Abraham Dogari reside durante esta temporada en Santander, en cuyo seminario está formándose para ser sacerdote. Viajó ex profeso a la acampada llanisca para convivir con los jóvenes noreñenses. Les transmitió cómo es su país. Lo que más llama la atención a Dogari es la relación familiar que existe en España. «Sorprende la dependencia que existe de la familia, aquí se hace todo en conjunto, existe una relación muy cercana y muy directa entre todos los miembros. En Benín somos más independientes y no tenemos costumbres de hacer cualquier actividad juntos. No tenemos tanto arraigo familiar».

A su lado, otro beninés, Christian Hounkpatin, vive la experiencia de salir por primera vez de su país. Hounkpatin, economista, trabaja en Benín para la ONG noreñense, ejecutando uno de sus más ambiciosos proyectos, una especie de colegio mayor para estudiantes universitarios. Eso le trae también por estos lares, compartir experiencias y conocimientos, conocer otras formas de gestión para sacar el máximo partido a la residencia que ya está en marcha. A Hounkpatin le gusta estar cerca de los jóvenes, y ha calado entre el grupo con dos tradiciones de su país: la cocina y el baile. Durante su estancia en el campamento sorprendió a los chavales con arroz con salsa beninesa y pollo. «Lo que más les ha gustado ha sido la salsa, han pedido repetir y conocer nuevos platos», afirma. Sin apenas tiempo para saborearlo todavía, un pequeño grupo hace un círculo en la playa de Barro, y muestran las buenas migas que han hecho con Christian.

El baile tradicional de Benín no tiene secretos para los jóvenes noreñenses, todos bailan ya sus pasos como si hubiera nacido en Porto Novo, la capital de esa antigua colonia francesa situada entre Togo y Nigeria.

La experiencia ha sido muy satisfactoria para todos. Es un campamento activo, donde de una forma festiva también pueden aprenderse valores. Llega la hora de echar la vista atrás y rastrear anécdotas y hallazgos. Una de las cosas que más sorprendió a todos fue el «juego de la pinza». Durante todo un día, a partir de ese simple objeto para sujetar la ropa, los niños pusieron en marcha una cadena de intercambio. Parece increíble la cantidad de cosas que pudieron conseguir a través de ella. Empezaron cambiando la pinza por cosas pequeñas, pero al final ya tenían pelotas, bolsos, mochilas, toallas y hasta una bicicleta. Todos comprobaron cómo, a través de la generosidad, del objeto más sencillo pueden conseguirse cosas muy valiosas.

Christian Hounkpatin enseñó a los muchachos los bailes tradicionales y la cocina de su país