Baroja tenía afición por las palabras «terruñeras» y yo por el terruño. La generación del 98 nos enseñó muchas cosas, entre ellas el amor por el pueblo y el estilo sencillo. Yo, que soy nacida en el 81, a veces me siento como ellos. Ayer pillé el coche a las diez cero cero desde Oviedo, para llegar a Doiras, fiesta terruñera del concejo boalés donde uno se encuentra con los colegas, te echas unas risas y disfrutas de música de la buena o de la básica. Baroja podía haber estado allí. En el fondo, el amor al terruño no es más que que te pique el niki por ver a los tuyos.