Avilés,

Vanessa PARAPAR

«No seas pijo, navega». Éste es el lema que utiliza la Escuela de Vela de Avilés para desmitificar este deporte y, a su vez, motivar principalmente a los niños para que naveguen. La Escuela, que lleva casi una década funcionando, tiene como objetivo «pulir diamantes» que lleguen al deporte olímpico defendiendo los colores de Asturias. Para alcanzar esta meta, la entidad ofrece cursos de vela destinados a los más pequeños. «Damos cursillos durante todo el año. Hace poco, por ejemplo, apostamos por un proyecto bautizado "Semana Azul" que tuvo gran éxito entre los alumnos de distintos colegios de Avilés», explicó David Roxín, el director de la Escuela de Vela. La iniciativa se repetirá este curso. Los chapuzones en la ría, aun así, tienen mejor acogida en verano.

Tanto es así que, desde hace días, un buen número de niños acude a la dársena avilesina para conocer los secretos del viento y las velas. Ilusión y ganas no les faltan. Algunos llevan el arte de navegar en la sangre. «El padre de Guillermín navega desde hace años y trae a su hijo, de 4, para que se familiarice con este deporte aunque todavía no se atreve a que salga solo», explicó Bibi Díaz, monitora del curso, poco antes de una clase que se suspendió debido a las condiciones climatológicas: viento de doce nudos y lluvia constante. Los pequeños recogieron entonces los aparejos con pena. Les gusta ser «lobeznos de mar».

Las clases se retomaron un día después. El sol, entonces, iluminaba la ría. «Llevo ocho años dedicándome a la enseñanza de vela y me agrada la ilusión que muestran los críos cada vez que embarcan», manifestó Héctor Bango, otro de los monitores poco antes de la clase. Dos jóvenes avilesinas apuraban al «profesor», ansiosas por hacerse a la mar. «Me encanta salir con el barco», subrayaba una de ellas a pie de pantalán. Su destino: un circuito por la ría avilesina.

La dársena avilesina, a juicio de Bango, está en buenas condiciones «aunque todavía puede mejorar ya que la contaminación está presente». Los niños, menos preocupados por la salud de la ría, son conscientes de que los peces que ven ahora conviven con suciedad.

«¡Meca, un guante!», gritó en plena clase un niño. Otro, le respondió: «¡Una rama enorme viene contra mi barco!». Otro navegante novel preguntó: «¿Qué es esa gomita que hay en el agua?». Bango le respondió con cara de póquer. «A veces lo pasamos realmente mal cuando salimos a navegar con los pequeños y alguna empresa ha vertido en la ría algún fluido», sentenció David Roxín.

Los adultos también pueden participar en los cursos de vela que ofrece la Escuela de Avilés. Sobran iniciativas. Este año, sin ir más lejos, la monitora Kate Costello (Nueva York) competirá en una regata nacional en representación del Principado. Héctor Bango, además, tiene la esperanza de que la vela comience a ser accesible a todos los públicos. Sueña con ver este deporte, por ejemplo, en anuncios publicitarios.

«En Asturias vivimos de espaldas al mar y no valoramos lo que puede aportarnos el Cantábrico en muchos ámbitos de nuestras vidas», manifestó Bango, que agradeció, al igual que David Roxín, la confianza que depositan los padres de los niños en la Escuela «para hacer en Asturias un proyecto que traspase las fronteras del Principado». «Es fundamental también su apoyo para desmitificar un deporte en el que parece que si no eres pijo no sirves», concluyeron.

La ría avilesina es ahora de los niños, pequeños marineros que cada día se enfrentan al mar y al viento con una ilusión: navegar.