Gijón, Diana DÍAZ

Con ovación casi general y un reconocimiento unánime al gran trabajo de la protagonista, Hiromi Omura. Ella era «Madama Butterfly» para los miles de espectadores que ayer llenaron el teatro de la Laboral en una gran jornada de lírica, y en ella se resume el buen sabor con el que ayer se saldó la jornada musical que se vivió en la Ciudad de la Cultura.

Todo quedó listo para que Giacomo Puccini siga siendo el protagonista de la lírica en Gijón. Porque si ayer fue «Madama Butterfly», dentro de quince días (el próximo 5 de septiembre), volverá el genio de Lucca con «La bohème». Pero ayer lo que le tocó a la Laboral fue revivir, con muchas ganas a tenor de lo que expresaban muchos de los integrantes del público, el drama de Cio-Cio San, una de las heroínas sacrificadas más valoradas por el compositor italiano.

Como suele decirse, «Madama Butterfly» se trata de una ópera para soprano. La geisha es víctima del amor fatídico, es la espina entre dos mundos, el oriental y el occidental. Puccini, impresionado por la «Aida» de Verdi, creó su sonoridad particular del Nagasaki de principios del siglo XX, tejiendo páginas de verdadera inspiración que supusieron un antes y un después en la historia de la lírica italiana.

La soprano Hiromi Omura fue esta vez la heroína pucciniana, en un papel de gran ambición tanto vocal como dramáticamente. Según decía el propio compositor, «tengo que poner música a las pasiones humanas, al amor, al dolor, a la sonrisa o a las lágrimas, y siento que me agarran, me sacuden. Es únicamente cuando puedo escribir música». Omura -que demostró su calidad en la línea de canto, salvó muy bien otros registros y se hizo muy creíble como protagonista, de ahí la gran ovación del público que se llevó-, encabezó el reparto, seguida por el tenor Massimiliano Pisapia, como Pinkerton. Un tenor que destacó por su potencia de voz.

El frívolo marino americano no se toma en serio su matrimonio con Cio-Cio San y regresa años después, acompañado de su mujer americana y dispuesto a llevarse al hijo de ambos. La geisha, que recibe el apoyo de su criada Suzuki (interpretada por Alexandra Rivas), terminará quitándose la vida.

Puccini recuperó de este modo el realismo de la obra para teatro de David Belasco, que aun en idioma inglés impactó en su estreno al compositor, y que a su vez se inspiró en el libro de Pierre Loti, «Madame Chrysanthème». Así nació el libreto de la ópera, bajo la pluma de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica -nombres que recomendó al compositor el mismo editor Ricordi-, y con los que Puccini alcanzó sus mayores hitos líricos. En este caso, Stefano Monti, en la dirección escénica, y Keiko Smiraishi, responsable de la escenografía y figurines, fueron los encargados de traducir sobre el escenario la «Madama Butterfly» que agotó entradas en su único pase en la Laboral. Precisamente la escenografía -con juegos creados por grandes abanicos que disminuían el gran espacio de la Laboral- y los efectos de luz que acompañaba al libreto creando ambientes más cálidos o gélidos, según necesidad, fueron ampliamente valorados por los espectadores.

El melodismo característico de Puccini se integra, en esta ópera, en un trabajo de corte sinfónico, muy rico armónicamente, que resultó novedoso para los primeros años del siglo XX. El mundo de la lírica vivió de este modo un «zarandeo» en el estreno de la «Madama Butterfly» -antes de ser revisada por el compositor para su presentación en el Teatro Grande de Brescia-, el 17 de febrero de 1904 en el Teatro alla Scala de Milán. Fue la orquesta de la Ópera de Tiflis, de Georgia, la que estuvo al frente de la parte musical en Gijón, capitaneada por el director gijonés Mariano Rivas. La presencia local la completó el Coro de la Orquesta Sinfónica «Ciudad de Gijón», que está dirigido por Beatriz Suárez Rodríguez de Trío.

Para todos ellos hubo ayer grandes aplausos en un teatro y una ciudad que parecían sedientos de ópera.

La escenografía y los efectos de luz fueron ampliamente valorados por los espectadores del teatro