Ángel FIDALGO

Baltasar Pola (Llanes 1878-Los Ángeles 1964) tuvo una vida de película. No sólo triunfó como guionista de cine en Hollywood desde 1924 a 1933, sino por sus peripecias en la Revolución mexicana y después en la Guerra Civil española.

De ambos conflictos salió muy mal parado. Del primero tiene que huir por pies a Estados Unidos, y del segundo, tras ser condenado a muerte por escribir los editoriales de «El Socialista», logra regresar de milagro a Estados Unidos.

Ahora su figura es reivindicada por Lolo Maya, director de «El Oriente de Asturias», en un libro que recoge la apasionante biografía del singular, bohemio, seductor y universal llanisco, por el que ya se interesó el director Amenábar. ¿Será su próxima película?

Maya, tras un intenso trabajo de investigación, una gran parte desarrollada en la hemeroteca de su periódico, del que Pola fue destacado colaborador, logró escribir una apasionante biografía.

Fue amigo íntimo de la mítica Gloria Swanson, en Hollywood se rumoreaba que eran amantes; frecuente acompañante de Greta Garbo y descubridor de Minar Loyd en la revista del corazón que publicaba en la meca del cine. Baltasar Pola en América firmaba sus artículos y guiones como Baltasar Fernández Cue, primeros apellidos de sus padres.

Su espíritu emprendedor y viajero se formó desde muy pequeño. Hijo de una familia que había acumulado un importante capital en la emigración, terminó de estudiar Bachillerato en Bayona (Francia), donde perfeccionó el francés; para después trasladarse a Londres, donde estudio Ingeniería de Caminos.

Al licenciarse emigró a México, donde trabajó como ingeniero en cargos del Gobierno de Venustiano Carranza y también para el potentado Íñigo Noriega, natural de Colombres. Su profesión de ingeniero la compatibilizó con la de periodista y escritor. Fue también director del diario «Heraldo» de México.

También tuvo tiempo para viajar por toda Hispanoamérica, donde afianzó su vocación literaria. De vuelta a México, durante la revolución, fue acusado de incitar a la rebelión, lo que él siempre negó, pero que motivó su inmediata deportación a Estados Unidos. Se estableció en Los Ángeles (California), donde comenzó ganándose la vida como profesor de español.

En esta ciudad publicó su primera obra teatral, «El amigo de los pobres», basada en la vida del bandido mexicano Heraclio Bernal, que firmó con el seudónimo de Gabriel Argüelles, que posteriormente sería llevada al cine. Aquí empezó su gran aventura en Hollywood, donde su talento, carácter emprendedor y de gran seductor cautivó a las estrellas más famosas del celuloide de los felices años veinte.

Pero es en la década siguiente donde se ruedan la mayor parte de las películas de las que fue guionista: «El hombre malo», «En nombre de la amistad», «La voluntad del muerto», «Los que danzan», «Oriente y Occidente», y «!Hola, Rusia!».

Al año siguiente Universal Pictures llevó a la gran pantalla la primera versión cinematográfica de «Drácula», con diálogos de Baltasar Fernández Cue. Poco después la misma productora estrenaría «El tenorio de Harem», también con guión del llanisco.

Pero Hollywood en el fondo le había desencantado. «A penas llego a la portería comienzo a topar con falsedades. Por el momento se trata de mentiras vivientes: unas cuantas mujeres llamativas, que sólo muestran la parte húmeda de los ojos. Son un manojo de flores marchitas», escribió después Baltasar Pola.

Y como el periodista y escritor llanisco era un espíritu libre sólo se dejó seducir, o él sedujo, a las estrellas que siempre brillarán en el firmamento del cine, especialmente Gloria Swanson.

«¿Qué llegó a haber entre ellos?». Mientras los cotillas de Hollywood los situaban como amantes, ellos nunca lo negaron ni afirmaron, en sus frecuentes apariciones en público sólo transmitieron una sincera amistad que no duró demasiado. Tal vez esto certifique la existencia de un amor tan apasionado como pasajero.

Pero Baltasar Pola nunca presumió ni utilizó sus conquistas en el firmamento cinematográfico. Sencillamente no encajaba en su carácter que reflejaba un espíritu libre, idealista e independiente.

Todo esto lo demostró cuando una hermosa y millonaria norteamericana le ofreció regresar a Llanes, construir una gran mansión, y vivir su amor a la sombre del Cuera. La respuesta de Baltasar Pola debió de dejarla helada. «Yo sólo quiero vivir de mi trabajo», le espetó a la rica americana.

Y cuando su preocupación por los problemas sociales se hicieron más patentes comenzó a escribir editoriales en el periódico de Madrid «El Socialista».

Dejó a un lado la vida cómoda de Hollywood, olvidó el éxito que tenía con las mujeres más bonitas, y se lió la manta a la cabeza cuando el estallido de la Guerra Civil en España se olía incluso al otro lado del Atlántico. Aquí empieza para Baltasar Pola la parte más dura de su vida.

En la contienda sólo empuñó el arma de su pluma, pero debió de herir o influir en tantos corazones que le valió una condena a muerte.

Del paso por varios penales, incluido el de la Isla de San Simón, en Vigo, salieron poemas desgarradores en los que el dolor, la reflexión y la nostalgia estaban siempre presentes. El rencor no tenía cabida en sus versos.

Y como su vida seguía siendo de película, le llega la libertad provisional, que no duda en aprovechar para escapar a Lisboa y embarcar para Estados Unidos, donde terminaría sus día viviendo de una pensión que le concedió el Gobierno y de su trabajo como periodista.

El Ayuntamiento de Llanes dará su nombre a una de sus calles para que sea siempre recordado.

Tras trabajar como ingeniero de caminos en México participa en la revolución y se ve obligado a huir a Estados Unidos

Sus ideales le trajeron a España para participar en la Guerra Civil y, tras ser condenado a muerte, logra huir a América