Reportera, columnista, escritora y bloguera

Gijón, Pablo TUÑÓN

Franca y directa en sus declaraciones. Así es la periodista y columnista Maruja Torres (Barcelona, 1943) y así se mostró en el taller que impartió ayer en el 14 Encuentro Internacional de Foto y Periodismo de Gijón, donde compartió sus ideas acerca de la profesión con los asistentes, expresándose siempre de forma tajante. Esa es su forma de ser de cara al público. Sin embargo, la ganadora de los premios «Nadal» y «Planeta» asegura ser bien diferente en su intimidad.

-¿Son muy distintas la Maruja Torres mediática y la Maruja Torres en su vida privada?

-Uno nunca es sólo uno sino muchos. Yo tengo una parte más solitaria, de escribir libros y de ir sola a los sitios y sentarme a pensar. Pero tengo que salir de vez en cuando para alimentarme. Entonces, creo que una cosa complementa a la otra muy bien: si no te alimentas de los demás estás muy solo, y si no te quedas solo para pensar no tienes nada que ofrecer.

-Sin embargo, siempre se ha caracterizado por no morderse la lengua. ¿Nunca se inhibe con sus opiniones?

-Me inhibo muchísimo, sobre todo por piedad y caridad. Es decir, soy menos dura de lo que podría ser si no tuviera compasión y si no tuviera sentido del humor, que suaviza mucho las cosas. Tampoco me gusta ir juzgando y cargándome a la gente, pero creo que hay cosas que sí hay que decirlas y no tiene que ver tanto con el querer hacer daño como con querer decir la verdad. Además, yo soy una persona a la que le preguntan, y si me preguntan, contesto.

-¿Y no le importa la polémica que pueda traer el ser tan franca? Le han llegado a llamar «nazi»...

-Pero quienes me lo llaman son los nazis, no tengo la menor duda.

-Tampoco oculta sus aversiones y no duda en decir que es antisionista, por ejemplo. ¿Qué más «antis» siente Maruja Torres?

-No me preocupo en hacer lista sobre mis «antis». Yo digo las cosas a mi manera y al que no le guste que se vaya. La «antihipocresía» sí que la siento, no me gusta la gente que miente ni la gente hipócrita.

-Ahora tan sólo escribe columnas. ¿Echa de menos sus labores de reportera?

-Sí, siempre. Pero no lo echo de menos cotidianamente, aunque es una parte de mí que ya no está y que estoy muy contenta de haberla vivido en la época en la que se podían hacer reportajes estupendos y publicar cada semana.

-Usted se muestra crítica con gran parte del periodismo actual, que es sensacionalista. ¿El dinero ha podrido al periodismo?

-Más que el dinero, la codicia. Yo no estoy en contra del dinero, estoy en contra de lo que se hace sólo por dinero. El periodismo es un servicio público para que la gente lo lea y se informe. Si eso te da dinero, estupendo. Pero si lo que quieres es buscar dinero por encima de todo, acabarás haciendo lo que a la gente le guste, pero la gente no tiene por qué tener la última palabra. Poniendo el listón cada vez más bajo es muy fácil hacer dinero rápido, pero también es algo mucho más efímero. Un buen empresario lo que hace es invertir bien, reinvertir lo que gana en los medios que tiene y que eso sirva para mejorar la calidad de lo que hace.

-Pero también cree que quien es millonario en el periodismo, seguramente es que no sea honesto. ¿Se puede ser millonario y honesto a la vez?

-Supongo que sí. Yo he conocido a alguno. Lo que pasa que nunca sabes qué hizo en el pasado (risas). Supongo que sí. Puede ser que hayan estado jugando a la lotería y ganando...

-¿Qué le parece la polémica que levantó el romance de Carbonero con Casillas durante el Mundial?

-¡Qué suerte estar enamorados y trabajar los dos en un acontecimiento como este Mundial! Qué buen recuerdo para el día de mañana... Esto es lo que tiene que pensar cualquiera que sea normal. A mí, que se metan con Sara Carbonero porque está con Casillas... me parece tan irrelevante... Yo qué sé con quién está el Papa cuando echa misa, si es su novio o su novia. Eso es algo que no me importa.

-Bueno, pero España ganó el Mundial, que es una buena noticia...

-Sobre todo porque fue un muy buen campeonato, con muy buen rollo y porque los «chiquitines» se enfrentaron a esas bestias centroeuropeas y, sin embargo, salieron adelante. Me encantó también la actitud de Vicente del Bosque. Además todo se solapó mucho con la manifestación de Cataluña y al final lo que se vio es que ni Cataluña puede estar sin España ni España sin Cataluña. De qué tonterías estamos hablando sobre separarnos cuando lo que necesitamos es juntarnos. Los chicos nos dieron una lección magnífica, siendo cada uno de su tierra pero siendo al mismo tiempo todos de lo mismo.

-Además es catalana...

-Soy una catalana sin fronteras, no le pregunto a la gente de dónde es para que me caiga bien o mal. No tengo prejuicios, salvo que me venga uno con un palestino colgando boca abajo. Pero a la gente normal no voy preguntándole su procedencia o religión.