En un pabellón de la Feria de Muestras de Asturias una chica de unos 20 años persigue con su mirada a los visitantes que entran en el recinto. No les quita el ojo de encima a ninguno. Vayan hacia donde vayan ella siempre está ahí, rígida, expectante. De pronto, lanza un beso con su mano. Pero cuando el visitante intenta averiguar su identidad, la muchacha se vuelve opaca. Desaparece.

Según se avanza por la exposición del pabellón, se percibe un cuadro colgado en una pared. Está vacío, oscuro e inerte. La luz comienza a incidir en él y al instante la cara de Mafalda se proyecta tridimensional: se ve su pelo, su cara, sus ojos, tal se diría que se puede adivinar hasta sus pensamientos. Pero si se intenta tocar con la mano, la iluminación se va y con ella Mafalda también desaparece. En ese instante y desde el otro lado de la sala una voz femenina se pronuncia: «La holografía es ciencia, aunque también puede usarse para hacer arte».

¿Ilusión o realidad? Después de tanto misterio sería difícil de afirmar si no fuera porque la propietaria de esa voz es Anne-Marie Christakis, profesora de Artes Plásticas y devota fotógrafa que no se evapora entre las sombras al apagarse la luz. Podría decirse que esta francesa sabe mucho sobre el arte del engaño, aunque en realidad sus conocimientos sobre «espejismos ópticos» son la consecuencia de ser la directora del Museo de Holografía de París y la responsable de «Esculturas de luz». Una exposición que reúne obras holográficas y que a partir del 7 de agosto se podrá disfrutar en el pabellón de Cajastur de la Feria Internacional de Muestras de Asturias.

Una reproducción del busto de Puccini, cuyo original se encuentra en el Teatro Real de París, y el bastón que el mariscal Davout utilizó para ganar las guerras napoleónicas son algunas de las imágenes holográficas que se pueden encontrar en la exposición.

«El primero en utilizar la holografía en el arte fue Dalí, en 1963», confiesa Christakis, y es que, pese a la belleza de las obras, no es fácil encontrar artistas que usen esta técnica. «Es una disciplina muy cara, mezcla conocimientos en óptica y en física. Además, requiere un rayo láser y unos materiales con bastante coste económico. Muchos de los artistas que se dedican a trabajar con holografías tienen que unirse para poder pagar los laboratorios que esta técnica exige», asegura Anne-Marie Christakis.

Pese a todo, aunque no son muchos los que aprovechan la holografía para crear arte, sí son bastantes los usos cotidianos que esta técnica fotográfica proporciona. «En el supermercado, para poder leer los códigos de barras se usa un lector holográfico. En las tarjetas de crédito los bancos usan símbolos holográficos para identificarse, y muchas entradas de conciertos vienen selladas también con hologramas» afirma Christakis.

Y, aunque las «Esculturas de luz» vengan de París, no faltará el toque asturiano. Una de las obras será una reproducción a gran escala de la Cruz de la Victoria. «Vamos a presentarla en una holografía a color real» afirma Ignacio Riestra, coordinador de la exposición.

La Cruz de la Victoria, Mafalda, el beso de la joven, Puccini e incluso una nave espacial. En definitiva, «Esculturas de luz» que cobran vida y se pasearán a sus anchas por el pabellón de Cajastur del recinto ferial a la vera del Piles. Sin embargo, cuando se apaguen los focos que las iluminan y descanse la Feria, cada una de ellas volverá a su sitio. Resulta difícil creer tanto realismo para un holograma. Lo dicho: ¿ilusión o realidad?

«El primer artista que usó la holografía fue Dalí en 1963», afirma Christakis

«Vamos a presentar en la exposición una holografía a color real de la Cruz de la Victoria», comenta Ignacio Riestra