Aeropuerto de Asturias, Ignacio PULIDO

La terminal de Santiago del Monte es desde ayer la base de operaciones de la patrulla «Águila», de los dos cazas Dassault Rafale del Ejército del Aire Francés y de los dos McDonnell Douglas F/A-18 del Ejército del Aire que mañana tomarán parte en la quinta edición del Festival Aéreo de Gijón. Durante la mañana de ayer, los vecinos de las localidades anexas al aeropuerto asturiano fueron los primeros en gozar con las acrobacias de la patrulla «Águila» y con las maniobras de los siempre espectaculares aviones de combate. Y es que el ensordecedor ruido de sus motores a reacción pilló por sorpresa a más de un habitante.

Los F/A-18 fueron los más madrugadores. En torno a las diez y media de la mañana, estas dos joyas de la ingeniería aeronáutica estadounidense aterrizaron en el aeródromo castrillonense, donde ya se palpaba la emoción previa al festival aéreo. No en vano, este tipo de espectáculos mueven a centenares de personas y especialmente a los «spotter», término inglés con el que se define a los aficionados a la observación y el registro gráfico de aviones.

Apenas una hora después, los cazas Dasault Rafale franceses efectuaban su llegada precedidos por un avión Casa en el que viajaba el equipo técnico y los mecánicos de los dos aparatos. No obstante, y a pesar de la espectacularidad de estas aeronaves, el plato fuerte estaba por llegar. Y vaya si llegó. Como si de una exhalación se tratase, en el horizonte se comenzó a dibujar una estela de humo dejada atrás por los siete aviones Caza C-101 que integran la patrulla «Águila».

Los pilotos de esta cuadrilla acrobática no escatimaron esfuerzos y deleitaron a los presentes con una maniobra de aproximación que tardará en olvidarse en Santiago del Monte pues, tras realizar una pasada baja sobre la pista de aterrizaje, las aeronaves efectuaron varias maniobras hasta tomar tierra. «Vimos la estela de humo dejada por los aviones desde casa», señalaba un vecino de Piedras Blancas, localidad sita a escasos kilómetros del aeropuerto.

Una buena forma física y, sobre todo, una gran capacidad mental son los principios básicos a los que debe atenerse todo piloto de acrobacias que se preste. «El entrenamiento es constante, tanto de la parte física como de la parte mental. Tenemos que estar preparados para tomar decisiones en cualquier momento», enfatiza César Piquer, piloto del Águila número dos. No es para menos, pues C-101 es un avión que puede alcanzar los 450 nudos de velocidad, o lo que es lo mismo, 700 kilómetros por hora. Ahí es nada.

De todos modos, sus especificaciones técnicas lo convierten en una aeronave idónea para la formación de nuevos pilotos, de ahí que posea dos cabinas idénticas. «Este avión se fabrica en España desde hace tres décadas. Todos sus mandos están duplicados para favorecer la práctica de la enseñanza. Se trata de un híbrido muy ágil, maniobrable y noble», precisa José María Alonso, líder de la patrulla «Águila», el cual advierte de que «el C-101 posee un límite de fuerza G de siete y medio y menos cuatro».

Las espectaculares acrobacias de la patrulla «Águila», que celebra su veinticinco aniversario durante el presente año, le han valido una gran fama tanto en el panorama nacional como en el internacional. «Agradecemos mucho todas las muestras de afecto que recibimos. El público nos manifiesta mucho cariño», señala el piloto Piquer. Y añade: «Volar sobre la "marea roja" en Madrid fue algo impresionante. Fue un orgullo».

Estos pilotos que combinan su labor como instructores en la base de San Javier con el vuelo acrobático se encuentran en una constante búsqueda de la innovación. «Siempre se busca hacer algo nuevo. Se trata de hacer retoques para ir perfeccionando las exhibiciones. El que siga a la patrulla "Águila" verá en Gijón ciertas novedades», adelanta Piquer.