A nivel corporal se utilizan inhibidores de la producción del olor, generalmente por ataque a bacterias olorgénicas que es lo que hacen los buenos desodorantes. A lo mejor ahora alguien se arrepiente de los olores que quedan al descubierto al eliminar el uniformizador asumido que era el tabaco. Imaginemos a qué olerían algunos vehículos, habitáculos o domicilios si el olor a tabaco no fuese un despersonalizador, casto y tupido velo aceptado socialmente», concreta.

Químicamente está comprobado que las percepciones sensoriales menos desarrolladas o menos sutiles en el hombre son el gusto y el olfato. Pero si huele, huele. Un buen ejemplo y muy sencillo de cómo el tabaco cambiaba la percepción de los olores y los sabores es el cruasán que todos los días se cena, desde hace más de veinte años, un hostelero de una de las cafeterías más concurridas del centro de Oviedo. «Cuando salgo del bar me suelo llevar un cruasán a casa de los que quedan de los desayunos. Ahora me sabe raro, diferente, y es todo por el tabaco. En el fondo pienso que llevo muchos años cenando pura nicotina», asegura. Y duda, porque en realidad no sabe qué cruasán estaba más apetitoso.

Pero, ¿cómo se perciben los olores? Desgrana las claves el doctor Ignacio Brime Casanueva, del Departamento de Biología Funcional de la Universidad de Oviedo. La sustancia olorosa contacta con los cilios de las células olfatorias (que son neuronas capaces de percibir un estímulo) que hay distribuidas por la mucosa de la nariz. Al producirse esta unión entre la sustancia y la célula olfatoria, esta última se estimula y ese estímulo se transmite por el nervio olfatorio hasta el lugar adecuado del cerebro (corteza piriforme y orbitofrontal y también la amígdala cerebral), que es donde se nota la sensación de olor.

Pero otra cuestión importante es saber si el ser humano percibe más algunos olores que otros, ¿huele más el humano el tabaco que una alcantarilla? Se requiere una cantidad pequeñísima de sustancia para despertar una sensación olorosa, del orden de algunas billonésimas de gramo por cada mililitro de aire. Este «umbral» de algunas billonésimas de gramo de sustancia necesario para despertar un olor no es igual para todas las sustancias, pero sí bastante parecido. Con concentraciones de entre 10 y 50 veces superiores a la concentración umbral en el sentido del olfato se despierta una sensación olorosa máxima.

José Luis Alcázar, jefe de Neumología y coordinador de la Unidad de Tabaquismo del Hospital Central de Asturias, asegura que el hecho de que ahora en los bares huela peor viene también influido porque muchos han dejado de fumar y tras 48 horas sin aspirar humo, el ex fumador ya empieza a percibir más olores, que antes le pasaban desapercibidos. «La incapacidad de percibir los olores va en función de las atrofias que produce el tabaco. Cuando se deja de fumar y se recupera el epitelio el sujeto empieza a oler mejor y por lo tanto, se empieza a dar cuenta de lo mal que huelen los bares. Una persona fumadora en una discoteca, que suelen ser locales muy cerrados con sofás y moquetas, no se daba cuenta de los olores, pero ahora no hay Dios que pare ahí dentro, hay un olor rancio y viciado. No me extraña que si alguien va a una de esas discotecas que denominamos de desguace, no aguante dentro», explica el médico.

Las quejas de los usuarios ya han llegado hasta los dueños de los locales. Así, Iván González Hortal, responsable de ocio nocturno de Hostelería de Asturias, asegura que «la gente nos comenta mucho el tema del olor, y las quejas se concentran sobre todo en los bares de la zona antigua de Oviedo, donde las tuberías están muy viejas y ahora se están poniendo muchos ambientadores para mitigar los malos olores». Pelayo Pérez es propietario de dos bares de ocio nocturno en Oviedo. «Empezamos a notar que había más malos olores desde que no se fuma e instalamos unos ambientadores automáticos que se pueden regular y expulsan fragancias. No hizo falta que se quejase la gente, es que no dimos cuenta nosotros. Es el olor a humanidad el que se notaba, ahora en verano podremos darle más caña a la ventilación, pero en invierno no podemos estar con las ventanas abiertas», concreta. Desde que han instalado los ambientadores, los bares de Pelayo cantan menos.

Resulta que ahora los bares huelen más a muerto que a vivo, que apestan las butacas de las discotecas y que no se para en los barras ni en los reservados. Quizás haya que volver a la solución que adoptaban los forenses, que cuando les prohibieron meter el cigarro en el laboratorio para destripar al muerto optaron por la crema de eucalipto en el bigote.

Fumar mata, pero dejar de hacerlo, a veces, también apesta.