No hubo nada que hacer. Los astures de «Carabantius», con la ayuda de guerreros de Astorga, Cartagena y Alemania, lucharon como nunca y perdieron como siempre en la recreación de la batalla contra los romanos por el dominio de la Carisa. La cita, enmarcada en el programa del VI Festival astur-romano celebrado en la localidad lenense de Carabanzo, reunió a centenares de personas que acudieron al campo de batalla para animar a las tribus transmontanas e intentar cambiar la historia.

Los romanos ya se veían vencedores antes de la batalla, así que ni siquiera madrugaron. A mediodía, y sin prisa, los legionarios acudieron a la villa para animarse viendo a sus mujeres. Allí los esperaban la «domina» de la casa (María Luisa González), Cedes (Agradable Fernández), Veturia (Tere Fernández) y Minerva (Cova Fernández). Los legionarios se relajaron antes del combate con un buen trago de vino dulce y una cesta de frutas.

Mientras tanto, los astures se preparaban de una forma menos terrenal. En el campo de batalla, y tomando posiciones, el druida Nisarius (el actor Alberto Rodríguez) los hizo cogerse de la mano e invocar a los dioses. «Dios Coso, dios de la guerra, danos valor y fuerza. Dios Dorus, dios de la victoria, de tu mano alcanzaremos la libertad», corearon los guerreros.

La espera es tensa, el campo de batalla está preparado y nada puede interrumpir a los combatientes, así que en el prau de la batalla no se puede fumar. Los guerreros astures van a sus posiciones, detrás de la colina, mientras que Maddox, Fredegard, Radulf y Gulrott, los guerreros germanos que llegaron a «Carabantius» atraídos por el fuego guía, no dejan de tocar.

Cuando dejan de ser guerreros se convierten en músicos de la agrupación alemana «Skalden». Su cometido durante el festival fue animar a las tribus, y lo hicieron demasiado bien. En la noche del sábado sorprendieron al público al cantar la canción «In taberna» en castellano. Los astures se emocionaron tanto que algunos llegaron al campo de batalla aún bajo los efectos del brebaje mágico y las pociones que bebieron en la noche del sábado.

Pero si alguno estaba distraído en la espera de la batalla, se puso alerta con los golpes del tambor que anunciaba la llegada de los romanos. Los legionarios tardaron poco en llegar desde «Carabantius» al campo de batalla, en la zona de la Collaona. «Asesinos», «cobardes», el público no pudo contenerse y recibió con abucheos al Ejército. Nadie quería rendirse a Roma.

«Vais a ir todos a los leones», avisó la mano derecha del César, Marco Tulio Cicerón (Juan Vázquez, presidente de la asociación Jóvenes de Carabanzo). Sin apenas negociar, los astures clavaron una espada en el suelo. Todo está listo, ya empieza la batalla.

Los romanos avanzan unos pasos y toda una tribu de astures se abalanza sobre ellos. Los legionarios responden con un diestro manejo del «pilum». Mueren todos los primeros astures. Sin dejar avanzar a los legionarios, otro grupo de guerreros se mete en el campo de batalla. Se resisten, pero también son derribados.

El escenario es desolador, un campo lleno de guerreros astures muertos, y sólo dos bajas entre los romanos, a manos de la guerrera Imborg (Yesi Alonso). Los guerreros de Cartagena no dejaron que la música cesara, aunque perdieron en la batalla a hombres y mujeres de su tribu. Después de hacer su trabajo, los legionarios se volvieron y, entre el público, localizaron a su líder: «Ave César, la Carisa es tuya».

Pasa a la página siguiente

Viene de la página anterior

Los legionarios comenzaron a celebrar su éxito ya en el campo de batalla, con el traslado de los prisioneros. El caudillo Sebius (Eusebio García), jefe de todas las tribus de Astorga, encabezaba el cortejo. «No sabemos si suicidarnos o alentarnos para la próxima guerra. Lo pensaremos con un poco de sidra», explicó el jefe de los astures.

Con paso firme, el César admira sus nuevos territorios. También es de Astorga y se llama Josefus Relogius, porque en sus ratos libres, cuando deja de ser el César, es José Ramos y tiene una relojería. «Mis hombres están más preparados para la guerra. Sabíamos que los astures eran valientes, pero no pueden hacer nada contra las legiones de Roma», dijo momentos antes de ser aclamado por el pueblo.

Se sentó a celebrarlo con sus seguidores en una contundente comida del triunfo, en la que se repartieron cerca de doscientas raciones de fabada. El César Josefus Relogius siguió siendo aclamado a lo largo de toda la jornada. Los romanos ocuparon la tarde con exhibiciones de gladiadores y legionarios y con una recreación del vuelo del águila, símbolo de la victoria romana.

La noche llegó de la mano de una exhibición de las guerras astur-cántabras y siguió con la música de la orquesta «Tequila». La romería se despidió con fuegos artificiales y un espectáculo de música. A medianoche los astures aún libres tenían previsto volver a atacar a los romanos para intentar escaparse de su dominio. No pudieron hacer nada, porque ya han perdido la gran batalla. Al César, lo que es de «Carabantius».

El público recibió a los legionarios con abucheos. Nadie quiere rendirse a Roma, pero la historia está escrita