Gijón, Lara A. CHARRO

La justicia no suelen ser materia de chiste, aunque se dan excepciones. «Juzgue usted», una recopilación de anécdotas judiciales en España realizada por la gijonesa Beatriz Rato, es una de ellas. Los más de 150 relatos que componen el libro, editado por La Cruz de Grado, han sido proporcionados por integrantes de todas las categorías del sistema judicial, y entre ellos se encuentran perlas como las que siguen. Y sólo son algunas.

Se realiza un desahucio. Dos policías acompañaban a los representantes judiciales. Cuando varios obreros llevan más de una hora vaciando el almacén, el demandado dice de repente: «¡Esto es un abuso y voy a llamar a la Policía!». Uno de los agentes de Policía asistentes le increpa: «Señor, pero si ya estamos aquí».

-Sí, pero vosotros habéis venido con ellos; yo tengo que llamar a otros policías para mí.

Un delincuente trata mucho con una funcionaria que ejecuta las sentencias que le condenan. Un fin de semana se encuentra con ella a las puertas de un restaurante. Al verla, se acerca y la saluda con un beso y un caluroso abrazo. El delincuente se dirige después al estupefacto marido y le dice con mucha soltura: «¿Tú eres el marido de esta joya? Te felicito, compañero. Eres un gran afortunado. Esta mujer es oro molido».

En un juicio por divorcio el juez intenta convencer al marido para que llegue a un acuerdo con su ex mujer. Parece que el juez agota la paciencia del cónyuge porque de pronto se levanta, acerca mucho su cara a la del juez, pone los brazos en jarras y rompe su silencio gritando muy fuerte:

-¡Oiga usted...! ¿Cree que si no conseguí ponerme de acuerdo con ella cuando estábamos casados voy a ponerme ahora que estamos separados?

-¿Qué relación tiene con él? -le pregunta un funcionario a una señora esperando que la respuesta sea que es su hijo, su padre o su marido.

-Pues una relación bastante mala. Ni nos dirigimos la palabra, casi.

Una joven reclama verbalmente ante un funcionario: «Y a mi madre tendrán que darle una "indenización" porque mi padre murió laboralmente... Mientras trabajaba, quería decir -continúa-. Y yo "pa" asimilar que mi padre estaba clínicamente muerto me puse a hablar "monólogamente" conmigo misma... Pero casi mejor así, que conozco yo otro caso que fue peor: una chica que tuvo un accidente y quedó "perpleja"».

En el Registro Civil una señora pide una certificación de nacimiento. Presenta al funcionario que le atiende un carné de identidad en el que algo debió de manipular porque el funcionario no encuentra su nacimiento inscrito en los libros en los que busca. Se rinde y le pregunta:

-Pero ¿en qué año dice que nació usted, señora?

-En el que indica el carné -responde ella.

-Pero en ese año su nacimiento no está inscrito.

-Entonces busque en el libro del año anterior. A ver si lo encuentra.

Pacientemente el funcionario busca.

-Tampoco.

-Mire en el libro anterior...

-Tampoco está -al funcionario se le agota la paciencia-. ¡Pero, vamos a ver, señora! Usted, ¿cuántos años tiene?

En un giro radical del tono, contesta: «¿Cuántos me echas, cariño?».

Se celebra un juicio de faltas en una sala de audiencia. Debe declarar un señor mayor al lado del cual está sentado su señora. El fiscal le ordena:

-Levántese.

El señor no se levanta y su esposa le da un codazo para que lo haga.

-Pregúnteme a mí, señor, que mi marido es un poco sordo.

-No, señora. No puedo preguntarle a usted. Tengo que preguntarle a él, que es el testigo. No se preocupe, hablaré más alto.

Comienza el interrogatorio y todo el mundo grita, a cada cual más alto. El fiscal grita haciendo la pregunta, la señora grita a su marido repitiendo la pregunta, el marido la escucha con la mano en la oreja a modo de trompetilla y grita luego para contestar.

Al fiscal le pone malo la intervención de la señora como intermediaria y está harto de tal volumen, de la señora repitiendo varias veces a voz en grito la pregunta a su marido y del marido pidiéndole que la repita porque no se entera de nada. Es tal el alboroto que el fiscal, fuera de sus casillas, grita más que el matrimonio y ordena:

-¡Cállese ya, señora!

Al juez le cuesta un gran trabajo aguantar la risa. El fiscal, desquiciado, se rinde y suspende el interrogatorio:

-No hay más preguntas, señoría.

Una señora llega a una oficina:

-Mire, señor, quiero poner una denuncia contra los presentadores de la tele. Cuando la miro, me hacen burla.

El funcionario que la atiende intenta hacerle entrar en razón, pero no hay forma de convencerla. Se va quedando sin recursos y no sabe cómo solucionar la papeleta, hasta que...

-Tengo la solución, señora. Antes de poner la denuncia es mejor tener pruebas de lo que le hacen. Váyase a su casa, coja una cámara fotográfica y téngala preparada: en cuanto le hagan burla los presentadores, sáqueles fotos y tráigalas otro día para poner la denuncia correspondiente.

-Tiene usted razón, es lo mejor.

La señora se va convencida y agradecida por el consejo.

Un señor muy mayor va a un Juzgado para poner una denuncia. Cuando ve que las funcionarias son mujeres, dice que se niega a continuar:

-Yo ante vosotras no digo nada. Sois unas nenas. Yo quiero a un hombre o no declaro.

No le convencen y tienen que llamar al juez para que lo haga personalmente. Entonces, se aclara el motivo de esta negativa:

-Pues mire: yo vengo a denunciar al médico que me operó del estómago, porque me cortaron la circulación de la sangre de cintura para abajo y yo antes funcionaba muy bien y ya no funciono. Así que vengo aquí para que me lo solucionéis, porque yo quiero funcionar...

Un anciano matrimonio de antiguos maestros se presenta en el Juzgado de guardia con frecuencia -al menos una vez al mes- para denunciar que, aunque son los dueños del mundo, no les permiten vender Asturias y Galicia, como es su deseo...

-Si son de nuestra propiedad, ¿por qué no vamos a vender esas tierras si queremos hacerlo, señoría?

Gijón, R. GARCÍA

Beatriz Rato, oficial del servicio común de notificaciones y embargos de los Juzgados de Gijón, asegura que siempre quiso ser escritora, «aunque se me cruzó la oposición». A pesar de su trabajo, esta filóloga tiene ya ocho libros publicados. El último, mantiene, «surgió casi solo». «A veces era tan surrealista todo lo que me pasaba en las intervenciones que tenía que hacer en los Juzgados que los compañeros me pidieron que lo fuera recogiendo todo y lo publicara en un libro», relata. Dicho y hecho. Así nació «Juzgue usted. Anécdotas judiciales en España».

Cuando Beatriz Rato se puso realmente a escribir se percató de que el proyecto requería que se ampliara el campo de actuación. «Pensé que era bueno ir más allá y buscar anécdotas en otras jurisdicciones, como, por ejemplo, en los Juzgados penales», asegura. Los compañeros de otras salas civiles de toda España echaron una mano a la escritora haciendo un libro con historias «que hacen gracia siempre», porque cuenta «la situación del ciudadano frente a la administración». Una realidad que «a todos nos puede pasar».

La mayor parte de las anécdotas, asegura Rato, tiene que ver con el manejo del lenguaje judicial. «Muchas veces ves que el ciudadano no sabe moverse en los Juzgados. Hay mucho desconocimiento», mantiene la escritora, que critica que leyes como la de Enjuiciamiento Civil no hayan cambiado desde el siglo XIX: «Crean muchos problemas y situaciones que a día de hoy no son para nada asumibles», sostiene.