Xagó / Verdicio (Gozón), Daniel BLANCO

Entre las playas de Xagó y Verdicio se encuentra Cabo Negro, una de las zonas más salvajes y desconocidas de la costa asturiana. Lo llaman «el infierno», por el color oscuro de su roca, pero en realidad es el paraíso de muchos escaladores de la comarca que acuden a trepar por sus escarpadas paredes.

Cabo Negro es un lugar virgen. El acceso es difícil y la belleza del paraje extraordinaria. Se trata de una explanada situada entre el mar y el acantilado, salpicada de enormes rocas caídas de la montaña que forman paredes naturales, perfectas para practicar «boulder», una modalidad de escalada que consiste en completar travesías cortas, de mucha dificultad, sin más agarre que manos y pies.

César Fraga tiene 33 años, lleva siete de ellos escalando y conoce «el infierno» como la palma de su mano. Se calza los pies de gato -un calzado ajustado que se agarra a la roca- y se unta las manos con magnesio para no resbalarse. Después, cepilla un poco la roca con el mismo polvo. «Mantenemos la piedra en buen estado, las cuidamos para que conserven la adherencia, aunque algunos crean que este deporte es dañino para el medio ambiente», explica. Cuando ha revisado todo, comienza a trepar colocando las manos y los pies en los lugares exactos, marcados por el desgaste de todos los que hicieron esa misma travesía antes. «El "boulder " es un deporte en el que se necesita mucha fuerza, pero también mucha técnica, para saber colocarte y repartir el peso del cuerpo», afirma Fernando López, de 20 años que se ha aficionado a la escalada en los últimos meses.

La dificultad para escalar las paredes se mide mediante números y letras. Cuanto más altos son los signos, más difícil es una vía. Todo se tiene en cuenta: el tamaño de los agarres, la distancia entre ellos y la inclinación de la pared. En Cabo Negro hay tramos muy complicados, hasta de nivel 7 B (a partir de 6 la dificultad es muy alta). Esta graduación se establece por consenso de varios escaladores que prueban la ruta y califican su dificultad según sus impresiones.

Tanto César Fraga como Fernando López coinciden en que una de las mejores cosas que tiene este deporte es el buen ambiente y el compañerismo entre escaladores. «Nosotros dos tenemos niveles diferentes, pero podemos escalar juntos perfectamente. Y eso en otros deportes no pasa», dice Fraga, y añade: «al que quiera empezar a escalar nunca le va a faltar gente con quien practicar y aprender. En los rocódromos la gente te acoge en sus grupos, es un ambiente muy sano».

En la comarca de Avilés existe una afición tradicional a la escalada y en concreto al «boulder». Los edificios del poblado de La Texera forman un enorme rocódromo urbano que es el centro de reunión de los muchos aficionados que hay en la zona. También existen instalaciones en algunos polideportivos de la villa. Sin embargo muchos escaladores se quejan de que los equipamientos no son de gran calidad y piden que se fomente más este deporte.

Las limitaciones de los rocódromos de la villa han provocado que muchos escaladores se hayan unido para crear locales privados adaptados a sus necesidades. Los dos más importantes están en el barrio de La Luz y en Las Vegas (Corvera). A cada uno asisten alrededor de 20 personas y entre todos costean las inversiones y el mantenimiento de la sala.

Debido a las buenas condiciones que ofrece Avilés para la escalada: la existencia de lugares privilegiados para su práctica como Cabo Negro, Arnao, Pillarno y La Texera; un número considerable de aficionados y otros factores favorables como la presencia en la villa de una de las mayores empresas de rocódromos, muchos echan de menos iniciativas para fomentar esta práctica y, tal vez, convertir Avilés en la capital del «boulder».

Mientras tanto los escaladores de la comarca seguirán yendo a Cabo Negro para escalar en el infierno.

Esta modalidad deportiva requiere mucha fuerza, pero también mucha técnica, para saber cómo colocarse y repartir el peso del cuerpo