Gijón, Carla PAULIN

Dos coca-colas, medio cigarro y un colorido bigote. Nada podría caracterizar mejor a Paco Ignacio Taibo II, creador y director de la «Semana negra» hasta la pasada edición. Este año acude como invitado, y concretamente ayer, para ser retratado y entrevistado -simultáneamente- por el pintor de origen leonés Félix de la Concha. Muchos fueron los que llenaron la carpa del ferial para ser oyentes de la entrevista y espectadores del retrato del singular mexicano. Durante algo más de una hora, Taibo dio rienda suelta a su verbo incansable.

El pintor, residente en Iowa (EE UU), es el protagonista de una de las actividades organizadas por la «Semana negra» -«Félix de la Concha pregunta mientras cuenta»-. Además de retratar y entrevistar a Paco I. Taibo II, también lo ha hecho o lo hará con otros autores: Joe Haldeman, Petros Márkaris, Guillermo Saccomano, Leonardo Padura, Juan Madrid, Alicia Giménez Bartlett y Antonio Skarmetta.

«Ese cuadro es muy chiquito», empieza Taibo con reproches. «... Para una persona tan grande», continúa Félix, entre risas, antes de lanzarse al lienzo. «Tú y yo no son dos palabras, son toda una novela», arranca De la Concha. Bien pronto en la conversación sale la figura del padre de Taibo, el gijonés Paco Ignacio Taibo I, escritor y columnista y hasta crítico gastronómico. Por mucho que «fuera incapaz de freír un huevo» o tuviera «gustos esperpénticos»: «mojaba los croissants en zumo de naranja y las croquetas en café con leche... todo lo contrario a un escritor de libros de cocina», desvela el hijo.

Unidos como estaban por el mismo nombre, cuando Taibo hijo terminó su primera novela tuvieron que buscar algún matiz para diferenciarse. «Me repugnaba la idea de utilizar "junior"; Paco I y II me parecía algo monárquico, pero mi padre lo encontró democrático y al día siguiente firmó su columna con "Paco Taibo I"».

Con su primer cómic recién salido de imprenta -«Pancho Villa toma Zacatecas»- y su condición de «director emérito» recién estrenada, Taibo está en Gijón estos días convertido en «invitado» de la presente edición de la «Semana negra». Su renuncia al puesto de director del evento literario, explica, se debe a la «virulenta situación política» de México. «Entré de lleno en movimientos políticos a través de la organización Morena Cultura, en la que hay multitud de activistas culturales, como escritores o poetas». «En seis meses he participado en 200 actos públicos de lo más variado», añade, con los que se pretende reconstruir un verdadero partido de izquierdas, puesto que los existentes «se han vuelto conservadores», apunta Taibo.

«Pagamos por militar, es un partido de iguales y la dirección nacional no cobra», explica. Ahora son 382.000 mexicanos afiliados y esperan llegar a un millón a finales de año. «Decidí dedicarme plenamente a esta nueva aventura puesto que podía darme el lujo de la independencia económica», explica Taibo aportando datos: ha conseguido más de 450 ediciones y libros en 29 países. Como secretario de Arte y Cultura de su partido en México se encarga de promocionar la lectura y el debate mediante diferentes ferias del libro y conferencias. «Allí cuentas con una intelectualidad muy progre: el 50% de las ventas son best-sellers de Estados Unidos, pero el otro 50 se corresponden con escritores mexicanos que participan en el Movimiento», afirma Taibo.

Casi al final del encuentro vuelve a su propia infancia, incluso a la de su padre. Félix de la Concha recuerda una frase del mayor de los Taibo: «Los libros caros son para regalar, no para leer», a lo que Taibo II responde con un pequeño relato. «Mi padre tuvo que conseguir empleo a los 13 años, se hizo bodeguero de una librería y se volvió un lector ansioso y transmitió a toda su familia el amor por la lectura», cuenta. «A los 5 años yo descubrí la lectura y aprendí a fingir enfermedades para no ir a la escuela», relata. El, por entonces, pequeño Taibo encontraba fascinante y estimulante que en su mesita de noche apareciera un libro, aunque él sabía que su padre o su tío abuelo lo habían dejado allí. Entre líneas descubrió que «sólo hay un oficio en el mundo, que es escribir». «Si no puedo escribir no puedo vivir», dijo Taibo. Y fue su última pincelada.