El Molinón, la Iglesiona, o la Acerona. En Gijón siempre se ha llevado lo grande. Por ello, no es de extrañar que la celebración del aniversario de los ochenta años que cumplió ayer la Escalerona también fuese celebrado por todo lo alto. La escalera 4 se llenó de globos de colores que animaron a los paseantes a acercarse al acto conmemorativo, organizado por el Ateneo Obrero -que preside Luis Pascual.

«Mi primera fiesta de cumpleaños, ¡a los ochenta! Lo que no pase en esti Xixón?», pese al transcurrir de los años la mismísima Escalerona se presentó, para sorpresa de todos, ataviada con sombrero y vestido anaranjado de época. La actriz Silvie Sierra se encargó de dar vida al pesado hormigón y reveló ante los presentes los secretos de su historia. «Lo mío fue una gestación muy corta, en enero se acordó construirme, en marzo me diseñaron y en julio ya estaba lista para el disfrute de todos», sentenció la Escalerona.

Aquel 15 de julio de 1933 estaba al frente del Ayuntamiento Gil Fernández Barcia. En el extranjero, la crisis del 29 seguía dando coletazos a diestro y siniestro. Por ello, el historiador Héctor Blanco señaló que la situación económica que atravesaba la villa no era muy distinta de la de ahora. «Se construyó para que la ciudad tuviera mejor equipamiento, y además en esos planes se intentó que hubiera gente empleada», afirmó Blanco. Pese a su función práctica -servir de acceso a la playa de San Lorenzo-, «la gente la convirtió en símbolo», sentenció Blanco.

La II República, la posguerra, la llegada de los «seiscientos» y las vespas... La Escalerona presume de ser testigo de la historia, de cómo ese Gijón del alma pasó de los 80.000 habitantes a los 270.000 que tiene ahora. Como no podía ser de otra manera, también asistió al cambio de la moda bañista. «De aquellos modelitos de punto tan cucos que hubo en mis primeros veranos a aquellos calzones Meyba (...). Luego, que si un poco menos por aquí, un poco menos por allá, ¡el biquini!», exclamó.

Pese a los balazos de la Revolución del 34 y las heridas del chapapote de enero del 86 (hundimiento del «Castillo de Salas»), desde que el ovetense Avelino Díaz Omaña la concibió, la Escalerona ha aguantado contra viento y marea capitaneando el paseo del Muro. «Con los pies en remojo y la cabeza al nordeste de continuo, con mareas y mareonas, sol, borrascas, galernas..., pues el caso es que también tuve yo mis arrechuchos». La Escalerona se refirió a las modificaciones que vivió para su conservación. Si en el año 92 la acicalaron con la moda del gotelé, fue en el 2000 cuando sufrió los últimos retoques. Miguel Díaz Negrete, hijo del arquitecto, fue el encargado de hacerle las citadas modificaciones para una mejor conservación.

Ideada con un objetivo práctico muy claro, los gijoneses han ido dándole a la Escalerona sus usos particulares. «Te hace un completo. Tan pronto te vale para que te seques y reposes del baño como para sacudirte la arena o tomar el sol», afirmó entre risas Toñina Alonso, gijonesa de 67 años que tuvo el gusto de saborear la exquisita y elaborada tarta -ya que representaba fielmente el emblema gijonés- que la confitería Biarritz preparó para endulzar el acto. Tras un cumpleaños feliz interpretado por el trío gijonés «Mnemusine», cantado a capela por todos los presentes, la suelta de ochenta globos al aire puso punto final a un homenaje muy merecido.

Gijón, S. F. S.

«Me siento muy emocionada por este homenaje, como no podía ser de otra manera, porque siento que la Escalerona es una de las partes más emblemáticas de Gijón». Con una sonrisa de oreja a oreja y una emoción difícil de disimular, Carmen Díaz Negrete confesó que se sentía muy halagada por el acto conmemorativo. No era para menos. Ella puede presumir de ser la hija de Avelino Díaz Omaña, arquitecto autor de la Escalerona, a quien Negrete califa como «una persona de muchísima valía, tanto artística como personal».

A sus 91 años la hija del arquitecto fue la otra protagonista del homenaje. Entre las notas melodiosas del grupo «Mnemusic», que amenizó el acto, se le hizo entrega de un ramo de flores. Acudió en compañía de toda su familia, y tampoco se olvidó de citar el importante papel de su hermano Miguel en la conservación del monumento.

Respecto al progenitor de Negrete, la Escalerona fue contundente en su monólogo: «Mi padre fue José Avelino Díaz y Fernández-Omaña, carbayón, que lo sepáis, todo un caballero que dio a Xixón todo lo que pudo como arquitecto municipal». Pese a que esto causó más de una risa y también sorpresa entre los allí presentes, Negrete no dudó luego en hacer un pequeño inciso sobre los orígenes de su padre. «Aunque se haya dicho antes que él era de Oviedo, en verdad era de Gijón de toda la vida», afirmó Negrete.

La connotación simbólica que trae consigo la escalera 4 del paseo del Muro es lo que más llena de orgullo a Negrete, además de la función positiva que cumple con respecto a la ciudad. La hija del arquitecto reconoció que la huella de la Escalerona forma ya parte de todos y es indisoluble de la ciudad de Gijón. Además, Negrete confía en que siga en pie muchos años más. «No sólo es emblemática por lo que fue, sino por lo que es. Espero que se mantenga aquí toda la vida».

Año de inauguración

La Escalerona fue inaugurada el sábado 15 de julio de 1933. El arquitecto que lideró el proyecto fue Avelino Díaz Omaña.

Nombre de pila

Pese a que en su día se la quiso llamar Escalera Monumental de acceso a la playa de San Lorenzo, se acabó desechando el nombre por su complejidad.

Estructura y diseño

Fue considerada un clásico arquitectónico del siglo XX, pero la estructura de hormigón visto que presenta la hizo ser muy moderna para la época.

Heridas de guerra

Los cañonazos de la Revolución del 34 pegaron muy cerca de ella (escalera 6 y torre de la Iglesia de San Pedro). Más miedo pasó con la Guerra Civil: un cañonazo golpeó el Muro; el parche con el que se tapó el agujero todavía se puede ver hoy en día.