Pino Cacucci (Alessandria, 1955) publicó en 2001 "En cualquier caso, ningún remordimiento", novela encuadrada en el "genere giallo" que narra la historia de Jules Bonnot, abatido por la policía francesa (lo consideraba el enemigo público número uno) en abril de 1912. Esta narración fue editada el año pasado, por primera vez en España, en el sello asturiano Hoja de Lata. El escritor italiano, traductor de Pérez Reverte, Cercas, Vila-Matas o Chirbes, presentó ayer su libro en la "Semana negra".

-¿Y qué le sedujo de Jules Bonnot?

-Cuando yo era adolescente leía la historia del anarquismo. Fue así como di con él. Después empecé a conservar revistas y artículos, a bucear en el fuerte debate que hubo en la Francia de principios del siglo XX entre los anarquistas fieles a su ideal, que criticaban a los llamados "legalistas". Ahí había gente que veía cómo la revolución no acababa de prender, algunos con la desesperación de Bonnot. Me sedujo y atrajo la transformación de su enorme sensibilidad en violencia, en la necesidad de rebelarse.

-¿Y por qué una novela y no una biografía?

-Era la única manera de tener libertad para hablar de las sensaciones, emociones y frustraciones de los personajes. He buscado un equilibrio entre los hechos reales, lo que sabemos de Bonnot y su banda, y ese fondo histórico.

-Hay algún episodio que parece inventado, como el que narra los días en los que Bonnot fue el chófer de Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes?

-Pero es cierto que Bonnot se va una temporada a Inglaterra, a buscarse la vida e intentar salir del hoyo. Era un genio de los motores. Y sabemos que se empleó como chófer de Conan Doyle porque éste, en una visita a un archivo policial de Lyon, lo reconoció.

-¿Bonnot era un resentido, un rebelde, un revolucionario?

-Un rebelde que tuvo ideales revolucionarios, un heredero de la Comuna de París que careció de paciencia histórica. Yo prefiero a los rebeldes.

-Tiene algunos aspectos que recuerdan a anarquistas españoles como Buenaventura Durruti, que llegó a atracar un banco en Gijón?

-Seguro que sí, pero, a diferencia de Durruti, no dejó huella revolucionaria para demostrar que no era un delincuente. Durruti cometía también atracos para mantener la prensa anarquista o abrir librerías. Sí que hay paralelismos, pero Bonnot se acabó pronto.

-¿Bonnot encarna más al anarquista embebido de nihilismo?

-A veces, inconscientemente. Hay ahí una pulsión autodestructiva: lanzarse contra los molinos de viento desde una vida y un destino desgraciados.

-¿Usted cree en el destino?

-Es fácil decir que cada cuál es libre de elegir su destino, que puedes cambiar las cosas... Pero lo cierto es que, en ocasiones, el azar también decide. Él intentó ser feliz: se casó y fue padre de familia. No se lo permitieron. Y estaba su forma de ser, la de un rebelde.

-En la novela incluye al revolucionario Víctor Serge...

-Fue un protagonista como cómplice de la banda de Bonnot. Tuve la suerte de conocer en Ciudad de México a su hijo Vlady, pintor muralista. Tenía el archivo de su padre. Cuando juzgaron a la banda de Bonnot, Víctor Serge hizo un discurso muy político, en contra de una sociedad que no daba oportunidades a los pobres.

-Usted también se ha interesado por otro personaje apasionante, la fotógrafa Tina Modotti, a quien dedicó una biografía.

-Es una de mis pasiones. Hice una biografía muy narrativa para reconstruir aquel México en el que asesinaron a Trotski. Éste murió en 1940 y Serge, de quien no sabemos si fue envenenado por los estalinistas, en 1946.

-En su novela hay otro protagonista: las relaciones sociales y económicas...

-Pensé en las razones que llevan a personas sensibles a usar la violencia. Si no cuentas lo que pasaba en esos años -hablamos de la Belle Époque-, pues no se entiende nada. Sólo recordar, por ejemplo, que los trabajadores llevaban una vida de miseria y las huelgas se reprimían con el ejército.

-Hay ahí un fondo muy de Zola.

-Ojalá, porque soy de esos lectores que creen que las novelas dan la visión de una época mejor que los periódicos, en los que Bonnot aparecía sólo como "el enemigo público número uno". Zola es un modelo, claro, de escritor comprometido con la realidad.

-Usted conoce bien, por su faceta de traductor, la novela española actual. ¿Qué opina?

-Me parece una literatura muy viva. Hay un autor como Chirbes, muy al tanto de la situación y alguien que ofrece una imagen muy profunda de la crisis y sus consecuencias; va a las entrañas de la cuestión social.

-¿Y cómo está la cuestión social en su país, Italia?

-La tragedia de Italia son sus jóvenes, a los que les han quitado la esperanza. Era (Matteo) Renzi o la nada; no hay alternativa, alguien que pueda tomar las riendas de la política del momento.