Hay quien pone a Luis Alberto de Cuenca (Sevilla, 1950) como modelo de lo que debería ser la derecha española: ejerce el liberalismo al que se adscribe. Filólogo de muchas erudiciones, lector transversal (de los tebeos a los clásicos) es uno de los mejores poetas de su generación y ocupó la secretaría de Estado de Cultura en el segundo Gobierno de Aznar, hasta el año 2004. Ayer leyó sus poemas de serie negra en Gijón

-Habrá quien se extrañe de su presencia en la "Semana".

-Yo me extraño, en cambio, de no haber estado antes. Tengo aquí grandes amigos, entre ellos Ángel de la Calle, pero por una serie de cuestiones, como los cursos de verano, no ha podido ser hasta ahora. Nunca es tarde si la dicha es buena. Estoy encantado.

-Tenía ya referencias...

-Muchas. La mayoría de mis amigos íntimos vienen todos los años. Tengo una tertulia montada en torno al cómic, con Jesús Cuadrado o Frasco Naranjo, y son asiduos de la "Semana negra".

-¿Las fronteras entre cultura académica y popular, lo que se ha llamado alta y baja cultura, son cada vez más porosas?

-Para mí sólo hay una cultura y no es "high" o "low". Desgraciadamente, en el ámbito académico español hay aún una prevención hacia la novela de género. Eso no ocurre en otros países, caso de Francia, Reino Unido o Estados Unidos.

-¿Y por qué esa prevención?

-Porque es cómodo estar instalado en una especie de opinión que menosprecia lo que conquista a un público más amplio. Está esa inmensa minoría de la que hablaba Juan Ramón (Jiménez). Yo creo que cuánto más disfrute la gente de las cosas, mejor. Shakespeare ha sido seguido por millones de personas a lo largo de los siglos, y eso no quiere decir que sea un autor de segunda. Es armonizable leer y disfrutar a Homero y a Chandler. El gran acierto de la "Semana" ha sido no circunscribirse al género negro y hablar de otras cosas, del cómic, la ciencia-ficción, el terror o la novela histórica. Y es que, al final, es muy difícil dar con novelas que, por una razón u otra, no se puedan clasificar dentro de un género. Por ejemplo: los "Episodios Nacionales" de Galdós, pues es novela histórica; y "Fortunata y Jacinta es en el fondo, también, novela histórica o costumbrista. Eso también acaba con la polémica de lo que es literatura a secas o de género, considerando esta última como algo de usar y tirar. Todo es analizable desde una perspectiva académica. Y de hecho se hacen continuamente tesis doctorales impensables hace unos años, hasta de la literatura de kiosco.

-Usted ha practicado desde muy joven ese acercamiento. Compuso, por ejemplo, canciones para la "Orquesta Mondragón" y es, al mismo tiempo, un experto en literatura grecolatina o medieval.

-Sí, desde muy jovencito, desde los veinte años. Bueno, vivo de las ediciones críticas. Acabo de hacer una de Eurípides que me ha costado tres años de trabajo; no es cosa baladí fijar un texto clásico. En cualquier caso, forma parte de mi forma de vida, de ser y de pensar. Quiero creer que esa actitud de la que estamos hablando se abrirá paso también en España. Para la "Orquesta Mondragón" compuse letras. Lo que ha hecho Loquillo es utilizar poemas míos de manera fiel. Me he acercado, sobre todo, a la música rock porque el mundo de los cantautores, paradójicamente, me interesa menos.

-¿Por qué?

-Bueno, el rock es la música de nuestro tiempo, mientras que lo otro me suena a veces un poco arcaico. El poeta no es más que un portavoz y hay que participar de las cosas que interesan a la gente; el poeta dice lo que mucha gente quisiera decir. Hay un sentido de utilidad que es importante subrayar.

-Usted pertenece a una generación que en los años ochenta rompe con unos modelos de poesía más o menos culturalista para escribir una poesía que usted ha definido como de "línea clara"...

-Sí, basado en Tintín y el cómic franco-belga. Es una poesía escrita como oposición a otra hermética o más elitista.

-Pero usted escribió inicialmente una poesía que entroncaba con la de los "novísimos"...

-Sí. "La caja de plata" supuso una ruptura. Sin embargo, he releído mi obra anterior a ese libro y me he dado cuenta de que los gérmenes de esa poesía que he escrito después estaban ahí, en esos textos más culturalistas, oscuros. De hecho, hay una antología preparada por Luis Muñoz, "Doble filo", en la que defiende la tesis de que mi poesía estuvo siempre en esa línea comunicativa.

-¿Por qué quiso, en los años ochenta, hacer más evidente esa ruptura?

-Eso no se lo plantea uno como operación intelectual, es algo que estaba en el ambiente. Vivíamos en Madrid, en los años de la Movida; hay como una revolución interior, había leído mi tesis doctoral... En fin, cosas que nos influyen.

-Miraban hacia la Generación del 50...

-Hacia Jaime Gil (de Biedma), pero siempre digo que en mi poesía está (Pere) Gimferrer, que también tiene una lectura de línea clara. También me interesa (Juan Eduardo) Cirlot. Podemos leer a los autores de muchas maneras. De ahí vengo yo. Y, por supuesto, de mi querida literatura grecoromana. Catulo la "Antología Palatina" son anteriores a la Generación del 50 y son, evidentemente, línea clara.

-Es notable su capacidad para compaginar distintas cosas...

-He leído toda mi vida, desde niño. Sigo comprando tebeos, que me fascinan.

-Apelando a su conocimiento del mundo grecolatino, ¿ le duele lo que ocurre en Grecia?

-Me duele el sufrimiento de los demás. La Grecia que yo estudié no tiene nada que ver con lo que ocurre ahora y me duele como ser humano, no como helenista. En lo que está pasando tienen también alguna responsabilidad los griegos. Lo triste es que la salida haya tenido que imponerla la UE.

-Ha sido director de la Biblioteca Nacional de España, ¿cómo ve el futuro del libro?

-Este año se ha roto la tendencia de bajada inquietante de ventas de libros. De momento, los que tenemos más de sesenta años vamos a seguir viviendo en la cultura del libro impreso. En un futuro, tendremos acceso a libros, discos o vídeos a partir de pantallas. Soy un fanático del papel y del coleccionismo en ese soporte. Sigo leyendo en papel. Hay que hacer ediciones cuidadas que ofrezcan algo más. Se editan ya maravillas. Las pequeñas editoriales están configurando el máximo nivel cultural en España, mientras que los grandes grupos optan por lo fácil, no arriesgan.

-Fue secretario de Estado con Aznar. ¿Qué opina de la política cultural del Gobierno del PP en estos últimos cuatro años?

-Bueno, lo del IVA ha sido un torpedo en la línea de flotación.

-¿Una equivocación del PP?

-Imagino que detrás hay razones económicas de otros departamentos ajenos a Cultura. Nunca he pertenecido a ningún partido y tengo un pensamiento liberal-conservador, por lo que me siento libre a la hora de emitir juicios críticos. Creo que no debemos cargar las tintas en las autoridades culturales, han sido las económicas las que han dictado las normas y los demás a agachar la cabeza.