Otro gran momento fue el guiño que el piloto asturiano de uno de los AV8 Harrier, aviones de la Armada, quiso hacer "a mis paisanos" al despedirse por megafonía, tras su paso por la bahía. Pero un festival de tal envergadura siempre conlleva imprevistos, por más que todo se haya intentado estudiar al milímetro. Y ayer los hubo. Dos de los aviones que tomaron parte en el exhibición se vieron con pequeños problemas técnicos que tuvieron que solventar en el momento. El Eurofighter, el caza que impresionó al público por sus maniobras y el poderoso rugido de su motor, tuvo una avería no significativa que supuso que a su retirada, en lugar de dirigirse al Aeropuerto de Asturias, fuese directamente a su base en Albacete. El propio piloto se despedía de los observadores a través de su radio diciendo que "hemos tenido problemas pero espero que no se haya notado y os haya gustado". Y nada se notó. El otro avión que tuvo un desafortunado incidente fue uno de los miembros de la Patrulla Águila. Un fallo de sistema algo más serio obligó a que se retirase antes de terminar la exhibición y provocó, al final de la demostración, que la bandera española que los aviones formaron con su humo se quedase algo coja en la franja roja del lado superior.

A pesar de todo, el público gozó y nadie parecía preocuparse por nada, y menos por la seguridad del evento. José Ignacio Pérez sostenía que "hoy en día los aviones tienen unos controles increíbles y aquí todo se hace con un gran margen de seguridad". La gran ausencia de este año fue la de la Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire (PAPEA), que no ha estado presente por problemas de disponibilidad. Una falta que se dejaba notar en la satisfacción final de muchos de los espectadores. Mª Ángeles Pérez fue de las que les echó en falta: "me gustó más el año pasado porque pudieron bajar los paracaidistas, que se sienten más cercanos al público que los aviones".

Otra aparatosa coincidencia que ha provocado algo de incomodidad, tanto en los observadores como en los agentes de servicio desplegados para cubrir percances, ha sido la marea. La pleamar obligó a que la mayor parte del público tuviese que arremolinarse en la acera y apenas quedase sitio en el arenal para sentarse mirando al cielo.

A pesar de todo, la valoración final de los asistentes es muy positiva, como cada año. Carlos Manso, organizador del evento estaba satisfecho: "Tuvimos algunos pequeños fallos pero en conjunto todo salió genial. La gente parecía entusiasmada con el resultado y nosotros nos sentimos muy conformes". El espectáculo se desarrolló en un día espléndido, con una puntualidad casi exacta y con una megafonía que cubrió la playa de punta a punta y permitió escuchar en directo a los pilotos despedirse a través de la radio. Un año más el encuentro demostró la facilidad que tiene para encandilar tanto a mayores como a pequeños. Rubén Mencía, de ocho años, era uno de los muchos niños que acudieron ayer a San Lorenzo para ver de cerca los aviones. Según dice, "los mejores fueron los más grandes y los del ruido". Isis Barredo, otra asistente, proclamaba lo que muchos más: "el año que viene repetiremos".