Más de medio centenar de comerciantes se dieron cita ayer en Benia de Onís con un objetivo común: rememorar los locos años 20. Y el balance no pudo ser mejor. Un carro con los bueyes "Cachorro" y "Galán", propiedad del llanisco Juan González "El marinero" hizo las delicias de los más pequeños que no dudaron en subirse al artefacto para dar un paseo por el mercado.

Niños y niñas se desvivían por montar en el tiovivo artesanal de madera de Noldi Visser. Ellos optaban por la figura del águila mientras que ellas preferían el caballito de mar. Mientras los más pequeños giraban en la atracción, propulsada por una bicicleta, los mayores aprovechaban para degustar comida típica como frixuelos o tortos con picadillo acompañados con sangría de sidra. Uno de los stands más demandados fue el del Grupo Folclórico Onís. Los miembros fueron en su día impulsores del mercado pero llevaban varios años ausentes por falta de personal y el regreso fue todo un éxito. Entre máquinas de coser "Singer", arnios de hacer queso gamonéu y encaje de bolillos, amasaban los tortos a la antigua usanza María José Bulnes y el resto del grupo con el objetivo de recaudar fondos para la Cabalgata del pueblo.

Tampoco daban abasto los de la asociación de fiestas Nuestra Señora de Castru, que vendían productos alimenticios donados por vecinos con el objetivo de financiar los festejos que tendrán lugar en Benia mañana. Los frixuelos no tardaron en volar del puesto, que también tenía entre sus productos estrella "probes"- una morcilla sin tripa para freír- según contó Bárbara Niembro, que despachaba empanadas y postres a diestro y siniestro entre gramófonos, planchas de hierro y calderas.

También hubo tiempo ayer en Benia para rememorar los antiguos oficios. Así la joven Celia Pérez, de Tarragona, no dudó en convencer a su madre, Regina Sánchez, para que le explicara el funcionamiento de las bancas para lavar en el río. A su lado, las amigas Olaya del Cueto y Marta Tobes, de 11 años, se afanaban en dejar bien limpias unas prendas con la ayuda de jabón de "Lagarto". Las jóvenes no pueden "ni imaginar" cómo era la vida antes de que hubiera agua caliente y lavadora en casa. No muy lejos andaba el hermano de la primera, Diego del Cueto, practicando entreteniéndose con el llagar. El joven de 7 años es un experto en el arte del mayado porque siempre practica coincidiendo con el "amagüestu" en el colegio Picos de Europa pero agradece "que las máquinas faciliten hoy en día el trabajo". Tanto los artilugios de lavandería como el llagar son propiedad de Esther Peinó, que a sus 70 años acudió al mercado de los años 20 con su atuendo de anisera y no dudó en entonar unos cuantos cantares picarones que aprendió cuando de pequeña iba con su abuela a llendar las vacas.

La mujer, que se convirtió en el centro de los flashes de los visitantes, explicó que era su modo de homenajear a las mujeres trabajadoras de antes. La asociación benéfica local "Así-Ye" puso la cara más solidaria del evento. Voluntarias de la misma como Ana María Fernández se encargaron de vender bolsos de tela o bufandas de lana, entre otras cosas, hechos por ellas mismas. La asociación, que ayuda a los vecinos de Onís con el reparto de alimentos y el asesoramiento, quiso hacer un llamamiento para que la gente "se anime a colaborar porque hace mucha falta". En Benia no faltaron stands con miel, azabache, cestería , bisutería, un taller de pintura de Jessica Amieva o incluso de carne como el del leonés José Luis López, que se ofrecía además a criar cerdos y a hacer la matanza a gusto del consumidor.