Luminosidad en su mirada, pasión en sus gestos y, sobre todo, una sonrisa que contagia. En ella, hasta envejecer es un arte. Incontestable en su trayectoria como soprano, con triunfos en todos los grandes teatros del mundo y una vitrina cargada de premios y reconocimientos, a sus 80 años, Raina Kabaivanska (Bulgaria, 1934) no pierde ni un ápice de amor por la música. Y ahora vuelca todo ese amor en los jóvenes. De la mano de International Opera Studio, la prestigiosa soprano, que ha compartido escenario con los mejores (Franco Corelli, Mario Del Mónaco, Jon Vickers, Placido Domingo, José Carreras o Luciano Pavarotti, entre otros), se encuentra en Gijón ejerciendo de maestra de canto para jóvenes promesas de la ópera, que pondrán sobre las tablas del Jovellanos sus enseñanzas los días 5 y 6 de septiembre. Será entonces cuando estrenen "La Bohème". Las entradas ya están a la venta.

-¿Cómo esta siendo esta experiencia con International Opera Studio?

-Es muy importante lo que se está haciendo en Gijón, porque el resultado de la preparación de los cantantes se ve en el escenario. Tener la oportunidad de pisar un escenario es el verdadero examen, la auténtica prueba para juzgar a un cantante.

-¿Por qué quiso participar en este proyecto en Gijón?

-Porque los jóvenes cantantes no tienen necesidad solo de enseñanza, sino de un teatro. Y aquí tienen esa oportunidad.

-¿Qué nivel ha encontrado entre el alumnado?

-Es realmente muy alto, nivel internacional. El material, sus voces, son muy bellas. Pero, además, son chicos inteligentes. Para mí es muy importante trabajar con chicos inteligentes, que quieren desarrollar su personalidad. La voz no es tan importante como la personalidad, el talento y la inteligencia.

-Atrás quedan sus inicios en Italia, con pocos recursos. ¿Retrocede en su memoria hasta esos momentos con frecuencia?

-(Risas) Es mejor no recordarlo. Yo venía de un país comunista, en plena vigencia del telón de acero en Europa. Era verdaderamente otro mundo para mí. Llegué con cuatro maletas llenas de ropa y comida. Porque la propaganda comunista decía que aquí, en el otro lado, había hambre. Y mi pobre madre me llenó la maleta de queso, salami, conservas... Viajé en el "Orient Express", que no es el tren de las películas. Era completamente diferente, tremendamente miserable. Y con cuatro maletas llenas de comida (risas).

-Luego consiguió hacerse un hueco muy importante en la ópera y cosechar una legión de fans que le seguían allá donde actuaba. ¿Cómo era su relación con ellos?

-Yo recibo una herencia difícil. Cuando yo empiezo, (María) Callas ya ha dejado de cantar, porque lo hizo bastante joven. Y dejó muchos seguidores "viudos", sin su reina, su diva. Y entonces empezaron a seguirme.

-¿Y era agobiante la relación con los fans?

-No, en absoluto. No ha sido difícil porque he sabido estar apartada por momentos, cuando discutían si yo era o no la mejor. Era siempre gentil, pero en esos momentos, me apartaba y me iba a mi casa.

-Ha pasado por todos los grandes teatros. ¿Cuál es su favorito?

-He cantado en todo los teatros grandes y en todos los pequeños. Y con el mismo amor y entrega en los grandes y en los pequeños. Esta generosidad creo que ha hecho que me quiera el público.

-¿Y qué momento en el escenario recuerda con especial cariño?

-Mi adiós a "Madama Butterfly", tras cuatrocientas actuaciones. Hubo una función de despedida en el "Arena di Verona". Allí había 20.000 personas. Y cuando las vi, junto con la orquesta, que son el público más difícil, y los colegas levantarse y aplaudir, pensé: "Realmente he hecho algo".

-¿En qué obra se ha sentido más realizada como artista?

-Yo siempre he hecho obras de grandes protagonistas. Obras de primera cantante. He amado todas las óperas que he hecho. He realizado cuatrocientas funciones de "Madama Butterfly" y cuatrocientas de "Tosca". Pero con la que más me he identificado es con "Adriana Lecouvreur", de Cilea.

-¿Cómo recuerda aquel "Ave María" que cantó para abrir el funeral de Luciano Pavarotti?

-Oh, terrible. No era fácil cantar delante del féretro de Luciano. Pero el artista es eso, primero tiene que controlarse, y después viene la emoción.

-En este caso, mucha.

-Muchísima. Después empecé a llorar sin parar.

-Pero usted ha dicho que "la música es un gran anestésico". ¿Cómo se vive en el escenario?

-Es estar en otro mundo. Un mundo de ilusión, de amor increíble, de pasión. Por cuatro horas vives fuera del mundo. Es una sensación muy bella

-¿Qué papel juega España dentro del mundo de la ópera?

-España es un gran país, yo siempre amé mucho a España. Es un gran pueblo y una gran nación. Y esto es importantísimo. España ha hecho mucho por la cultura. Teniendo en cuenta el período del franquismo, con muchas restricciones culturales, es increíble la cantidad de teatros y auditorios que se han abierto. Ha habido un gran florecimiento cultural en poco tiempo.

-¿Para un artista de ópera es más importante el talento innato o la técnica adquirida después?

-Lo primero es el talento, absolutamente. Personalmente, a mí no me enamora tanto la voz, me enamora más el artista. El artista entendido como una persona con un fuego sagrado.

-¿Y ese "fuego sagrado" es algo innato?

-Sí, se nace con ello. El fuego sagrado no se aprende. O lo tienes o no lo tienes.

-¿Cuál es el primer consejo que le da a sus alumnos?

-Les enseño la moral, la ética.

-¿Y cuál es el pilar de esa ética?

-La moral del artista debe ser dar todo al público y ser muy fiel al compositor.

-Lleva décadas volcada con la ópera. ¿No ha perdido en ningún momento ni un ápice de pasión por la ópera?

-En la vida, en la vida. Es muy importante. No es tan importante el escenario, el aplauso del público, sino vivir por la música. Y ahora la vivo junto a los jóvenes.

-¿Cree que debe adaptarse la ópera a la época moderna y al paso del tiempo o, por el contrario, es un género que trasciende del tiempo y siempre tendrá su hueco en los teatros?

-La ópera para mí es como un museo. La ópera debe sublimar, dar belleza. No debe sucumbir ante la modernidad, la electrónica o la tecnología. ¿Por qué "La Gioconda" está ahí? Pues es lo mismo. Verdi debe estar ahí. Puccini debe estar ahí. Debemos ser fieles a ellos. Vivir la ópera tal y como es. Es importante no vulgarizar la ópera. Con las nuevas direcciones de escena, muy modernas y estrambóticas, muchas veces se vulgariza y no se ayuda al género lírico. A veces, hacen una dirección de escena moderna para acercarse a los jóvenes. Pero realmente así no se les atrae.