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Mieres muestra su patrimonio y su historia con visitas guiadas

La Oficina de Turismo del Ayuntamiento ofrece, hasta el mes de octubre, rutas por el casco urbano mierense para dar a conocer las curiosidades de la localidad

Mieres muestra su patrimonio y su historia con visitas guiadas

Pocos saben que el colegio Aniceto Sela de Mieres fue, durante la Guerra Civil, un refugio antiaéreo. Tampoco es muy conocida la historia de un diseño del parque Jovellanos que terminó en la papelera porque era "demasiado espectacular" para la localidad. Estos son dos de los secretos que este verano brotan del asfalto y las fachadas de la villa minera, a través de una ruta turística que ofrece el ayuntamiento, para asombrar a turistas y vecinos. Dos horas de paseo, cada martes y jueves hasta octubre, para descubrir las huellas que ha dejado la Historia en el paisaje, paisanaje y la arquitectura del concejo.

El reloj marcaba las doce en punto cuando Maira Fernández, guía de la Oficina de Turismo, recibió al grupo de visitantes. Cogió aire y empezó el recorrido frente a la puerta de la Casa de Cultura "Teodoro Cuesta". "Este edificio se construyó en 1883 para albergar la Escuela de Minas de Mieres", explicó la guía. Las clases habían empezado antes, en 1854, en una escuela improvisada que montó el ingeniero alemán Guillermo Schulz en el palacio de Camposagrado (actual instituto Bernaldo de Quirós).

La Casa de Cultura de Mieres era entonces un inmueble "imponente", mucho más grande de lo acostumbrado en la época, y jugó un papel importante durante la Guerra Civil. Maira Fernández señaló que ese edificio, que ahora alberga toda la actividad cultural del casco urbano y es lugar para pasar un buen rato, se convirtió en un hospital durante el crudo enfrentamiento. "Yo vi alguna foto de la época", interrumpe el lenense Gonzalo Alonso, uno de los participantes en el recorrido. Decidió apuntarse a la ruta porque está convencido de que "hay muchas cosas que no sé de esta comarca, aunque me crié, crecí y sigo viviendo aquí".

Y tenía razón. El primer dato sorprendente le esperaba a menos de cincuenta metros de distancia, en el entorno del conjunto escolar Aniceto Sela-Liceo Mierense. En los cuidados jardines que adornan la fachada, Maira Fernández hizo la segunda parada. La guía señaló que Vital Álvarez-Buylla y Aniceto Sela Sampil decidieron construir el centro formativo en los años veinte. El diseño fue obra del arquitecto José Avelino Fernández y Omaña, autor también de "La Escalerona" de Gijón. La razón para levantar el edificio, a pesar de la escasez de fondos y la precariedad de la época, fue que Mieres tenía una de las tasas más altas de analfabetismo de España: más de la mitad de los vecinos no sabían leer ni escribir. Aquí llegó la sorpresa de Alonso: "No eran pocos, no".

No eran pocos pero, en unos años, fueron menos. Según la guía, Aniceto Sela se encargaba de la escuela y Álvarez-Buylla de los alumnos del Liceo (actual Bachillerato). Tras diez años con el centro escolar en marcha, el índice de analfabetismo se redujo hasta el treinta por ciento. El conjunto Aniceto Sela-Liceo Mierense conserva su fachada original (reformada), a pesar de que tuvo funciones muy dispares a lo largo de la Historia. Fue parada de autobuses y también refugio antiaéreo durante la Guerra Civil.

El enfrentamiento bélico hizo que Mieres evolucionara al ritmo que marcaban los ataques aéreos y las bajas en el Frente. La Casa del Pueblo fue, durante los años de la guerra, local para el culto religioso. La iglesia de San Juan se cerró para funcionar como polvorín. Según Maira Fernández, "ningún civil podía entrar en el templo porque estaba lleno de armas y explosivos". Ahora la iglesia luce tranquila, encabezando el barrio de Requejo.

La plaza, plagada ahora de sidrerías, es otra parada de la ruta. Pero antes de llegar, hay otros altos en el camino. Uno en el parque Jovellanos, que fue diseñado en los años cincuenta por Luis Cuesta. Un proyecto previo, de Teodoro Anasagasti, fue retirado "por despampanante". Más modesta fue la construcción del barrio de Santa Marina, que tiene ochocientos pisos. Fue un símbolo del desarrollo de la actividad minera, una de las muchas barriadas que surgieron al calor de la apertura de pozos y el trabajo bajo tierra.

La mina de Barredo, "Barreo" para los locales, también forma parte de la ruta por el casco urbano. El pozo funcionó entre 1942 y 1995. Dio trabajo a cientos de hombres y fue un emblema de la lucha minera. Maira Fernández recordó ayer aquel encierro de 1991 en el que un grupo de sindicalistas, encabezados por José Ángel Fernández Villa, aguantaron durante doce días bajo tierra para protestar por el plan de reconversión de las Cuencas. Y ahí termina el recorrido y la explicación. Queda algo por contar, pero eso es ya otra historia.

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