La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un siglo por el Cares

La construcción del canal, precursor de la popular senda de los Picos de Europa, cumple cien años

11

Centenario del canal del Cares

Su sobrenombre es "Garganta divina" porque de tan cerrada sólo hay modo de ver el cielo si se mira perpendicularmente hacia arriba. El asombro de Diego Quiroga y Losada, marqués de Santa María del Villar, a la vista imponente de las paredes de la vieja Ruta del Cares, obliga a retroceder un siglo en el tiempo para imaginar con dificultad la obra imposible con la que un día de hace cien años empezó todo esto. No la de la senda que hoy recorren cientos de miles de turistas al año, sino la del canal que le dio razón de ser cuando todavía nadie sabía lo que era un senderista. Este año hará cien años que sin asomo de pretensión turística la compañía Electra de Viesgo decidió construir un canal para llevar desde Caín el agua que habría de alimentar la central eléctrica de Poncebos. La idea de salvar aquellos doce kilómetros entre los inmensos desfiladeros calizos de los Picos de Europa utilizando la técnica de principios del siglo XX eleva a hazaña la estampa de quinientos obreros, la mayor parte gallegos y barrenistas portugueses, ocupados en la tarea de abrir 71 túneles casi a mano, con maza y puntero y el solo auxilio tecnológico de un compresor para el tubo más largo del recorrido, el de Los Collaos, de un kilómetro de longitud. Tardaron cuatro años de inviernos crudos y aludes de nieve. Vivían, cocinaban y dormían en los propios túneles o en cuevas. Murieron once personas.

La obra acabó y el canal y la central funcionaron, pero la heroicidad se reprodujo treinta años después. Los aludes y los argayos rebajaban con frecuencia el caudal del canal y Viesgo decidió habilitar una senda paralela para facilitar las tareas de mantenimiento y limpieza. Nada que ver con el solaz y disfrute de los al menos 300.000 turistas que en una aproximación muy somera la recorren ahora cada año.

Tres decenios después de trazar el canal hubo que volver a los picos para horadar los Picos, a la dinamita y a los obreros descolgados con cuerdas por las paredes para colocar las cargas y ascender a tiempo de escapar de la explosión. El sustituto de la "senda antigua", escarpada y difícil, abierta desde 1931, se trazó y construyó de septiembre de 1945 a junio de 1950. Con diseño y dirección de Manuel Campillo Noriega, de Bulnes, encargo del ingeniero de Viesgo Eugenio Guayar y muchas dificultades y pocos medios. Abrieron casi "a mano" los primeros siete kilómetros de Caín a Poncebos, el resto penando para arrastrar por la senda un compresor de tres toneladas y ruedas de hierro. Tardaron cinco años en cuadrillas de rara vez más de 45 operarios -mayoritariamente de Cabrales, Caín y Valdeón- de los que murieron dos, uno por la caída de una piedra cerca del Muro Grande y otro despeñado en el Anchurón de Cabrerizas. Bien pudieron haber dado fe de la enormidad de la empresa los especialistas que en 2012 tuvieron que trabajar, ya con arneses y cuerdas del siglo XXI, suspendidos sobre un precipicio a más de cien metros de altura para colocar la moderna pasarela de madera que ahora sirve para salvar con seguridad el tramo arrasado por un gran desprendimiento en Culiembro.

Aquel penoso camino tallado a mano es hoy la idílica y superpoblada caminata de doce kilómetros que acorta el trayecto de Poncebos a Caín. Aún hoy, para ir en coche de la localidad de inicio a la meta de la "Ruta del Cares" hay que recorrer bastante más de cien kilómetros, bastantes más de dos horas, no tanto menos de lo que tarda un caminante medio en recorrer la senda completa.

Mirándola con los ojos de hoy, el presidente de la Federación Asturiana de Montaña, Juan Rionda, sólo pediría que nunca deje de ser "un camino dentro del corazón de los Picos". "Me niego a que pongan barandillas que terminan siendo más peligrosas que dejarla como está", afirma, pero matiza que la senda, en parte por la afluencia de miles y miles de paseantes sin experiencia, quiere "atención": "La garganta es espectacular, pero exige un tránsito siempre muy atento, con cuidado de no tropezar con otra persona por la masificación que soporta y para evitar un descuido que te puede llevar al abismo". Pide atención e información, toda vez que quien la recorre, y sobre todo el que viene por primera vez, "ve sólo roca y río" y aquí hay mucho más. "Habría que en habilitar algún panel explicativo alusivo a la fauna, la flora, la geología" y en particular la historia casi desconocida, casi legendaria, que arrastra tras de sí la construcción del canal y de la senda del Cares.

Más turística que montañera tanto por trazado como por altitud, para los asiduos de la alta montaña la Ruta del Cares es más que un fin un medio. "Como quiera que allí, en el río, ahí se separan macizos occidental y central de los Picos, muchas rutas convergen en esa senda. Los montañeros la utilizan más bien como camino de tránsito hacia otras rutas", apunta Rionda, sin cuestionar la belleza que hizo al escritor leonés Matías Díez Alonso retratarla como "una inmensa nave de grandiosa catedral que tuviera por bóveda el azul del firmamento y por columnas los grandes farallones calizos que, ora se elevan a las alturas, ora se hunden en el agua cantarina del Cares".

Compartir el artículo

stats