Pepe Martínez lleva 60 años dando la voz que capitanea la colocación del gigantesco árbol: la hoguera de Celoriu. "Siempre se compite, entre Celoriu y Balmori, por ver quién coloca el palo mayor", explica. Y esboza media sonrisa: "Pero últimamente siempre ganamos nosotros". No es para menos, pues el eucalipto colocado ayer frente al Monasterio de San Salvador de Celorio superó este año los 35 metros de altura. Como cada domingo anterior al día del Carmen, los vecinos de Celoriu plantaron en la Plaza de la Iglesia la tradicional hoguera, coronada por un ramo de hortensias y la banderas española y asturiana.

Esta costumbre se remonta a tiempos inmemoriales, hasta el punto que ni los más ancianos del lugar sabrían fecharla con exactitud. "Es una tradición de los cofrades de la Virgen del Carmen, como homenaje", cuenta Luis Cué, uno de los más veteranos. "Antiguamente también se veía como una forma de demostrar la virilidad y fortaleza de los hombres de Celoriu", apostilla Lucas García, responsable de la Comisión de Fiestas del pueblo. "Empezamos a las nueve de la mañana. Subimos al monte y talamos el árbol. Luego le pelamos la corteza y lo deshojamos", detalla García. Posteriormente, el árbol reposa en el centro del pueblo, hasta que es transportado a la plaza, acompañado de una procesión con gaita y el tambor y a la que se unen cientos de celorianos.

"Esto es un sentimiento", enfatiza Eduardo Prado, quien asegura llevar "desde los 10 años ayudando a colocar la hoguera". Durante el proceso, de casi dos horas de duración, más de medio centenar de varones levantan el eucalipto ayudados de cabos y unas horquillas de madera que hacen de sustento. "Ahora ya hay mucha más seguridad que impide que pase nada fuera de lo normal", enfatiza Pepe Martínez, quien además asegura que "sirve como reclamo turístico, viene mucha gente a ver cómo levantamos el árbol". Fe de ello da Sergio Arias, un joven madrileño que asegura llevar viniendo "ya 11 años, desde que lo conocí por primera vez en unas vacaciones con mis padres. Es una fiesta que engancha, ver a todo el pueblo echando una mano con un mismo objetivo es emocionante".

Una vez erguido el palo, la sensación que les queda a los vecinos es "de orgullo, y sobre todo, la satisfacción del trabajo bien hecho, después de tantas horas dedicadas a ello", asevera Lucas García. Desde luego, la tradición quedó bien plantada en Celoriu.