Una fiesta tan popular, tan decididamente multitudinaria, como es la romería del Carmín siempre busca el respaldo de las cifras. Se barruntaba en la víspera que podría ser el más multitudinario, el que más visitantes traería a la localidad, el más alocado... No está claro que hubiera ayer más gente en los campos de La Sobatiella que en ediciones anteriores, ni tampoco que la diversión superase los límites de lo razonable. Pero no hay duda que fue el más ardiente, y no sólo por el sol abrasador que, durante toda la jornada, tostó los terrenos en los que se celebró "la romería de Asturias".

El calor marcó el ritmo a la fiesta desde muy temprano. Pese a las reticencias de la Sociedad de Festejos de abrir los campos de La Sobatiella antes de las tres de la tarde, la marea de gente que se desplazó hasta el prau obligó a abrir las puertas ya al mediodía. Por contra, las calles de la Pola se veían despojadas de su bullicio habitual y vecinos y visitantes se agolpaban en las terrazas, consolidadas ya como uno de los grandes inventos de eso que llamamos "civilización".

"Vine de Córdoba huyendo del calor, y me encuentro con esto", se lamentaba María Luisa Chiachio, una de los más de 50.000 romeros que, a decir de la organización, tomaron ayer los campos de La Sobatiella. "No recuerdo un Carmín en el que el sol apretara tanto. Sí que me acuerdo de uno que llovió tanto que tuvimos que dejar la romería para el jueves, pero con este calor no", añadía Lázaro Polledo, que encabeza la veterana peña "Los Cascaos".

Este grupo, que tradicionalmente cierra el desfile del Carmín, celebró ayer 40 ediciones participando en la más popular fiesta polesa. "Si hemos aguantado es porque hemos trabajado mucho y hemos permanecido impasibles cuando otras peñas desaparecían", reivindica Polledo. "Los Cascaos", de hecho, también demostraron ayer un encomiable estoicismo para mantener su ritmo habitual, como cierre del desfile, pese a lo mucho que apremiaba el inclemente calor. Para cuando la retaguardia del desfile llegó al prau de la fiesta, este ya había mutado su nombre por el de "La Saunatiella". Allí, literalmente, no se paraba.

Para combatir el calor, los romeros se dieron a la bebida, y no sólo de sidra o bebidas espirituosas. El agua era también muy demandado, tanto para aliviar el alma como para refrescar el cuerpo. Jóvenes y mayores se agolpaban a la sombra y, aún así, se disparaban los casos de insolaciones y, sobre todo, las quemaduras.

Con este panorama, los chavales del "top manta" hicieron el agosto en pleno mes de julio. Claro que el producto más demandado no era el último disco del cantante de moda, sino el sombrero de paja, de colores estridentes y eficacia probada, aunque algún émulo de John Wayne se lo trajo de casa. El Ayuntamiento de Siero, que años atrás popularizó aquello de "Carmín calzado cerrado", ya prepara un nuevo eslogan: "Carmín cabeza cubierta".

Pero esto no frenó la diversión ni mermó la fogosidad de los jóvenes. Los solteros buscaban la sombra bajo otros cuerpos, no siempre con éxito, mientras los que iban ya emparejados no dudaban en arrimarse, tratando de comprobar si el roce, además de hacer el cariño, también lograba bajar la temperatura. Huelga decir que no fue así, pero tampoco parecía importarles demasiado.