"Marlango" volvió ayer a actuar en Gijón, en esta ocasión en un formato "íntimo" propiciado en el Jardín Botánico. Hasta allí llevo el grupo su estilo tan característico, uno en el que el pop se impregna de toques intimistas de jazz y blues. La voz de Leonor Watling y los dedos en el piano de Alejandro Pelayo fueron suficientes para dar luz a la noche gijonesa. El grupo, que empezó en 1998, ha experimentado un cambio sútil que nunca se ha detenido, lo que les ha llevado a seguir haciendo disfrutar al público. "Cambiar es lo mejor que te puede pasar", reconocía hace unos días la cantante a LA NUEVA ESPAÑA. El grupo afirma, pero ante todo demuestra, que aún tiene "mucho que contar". De hecho, Watling también reconoció a este periódico que "si lo que hacemos estuviera prohibido, lo haríamos de forma clandestina porque para nosotros es una necesidad".

Ese optimismo enérgico que provoca el dúo, acompañado de la sobriedad sugerente de Watling, hacen que los gijoneses acudan a la cita cuando "Marlango" visita la ciudad. Una noche más, el Botánico volvió a proporcionar una intimidad envidiable, con "Marlango" como banda sonora.