Mientras miles de ojos clavaban su mirada en los aviones del Festival Aéreo, en otros dos puntos de la ciudad, un importante número de personas alzaban su voz a favor de la cultura y en contraposición al espectáculo aeronáutico.

"La folixa de la paz" surgió en 2015 y esta edición también contraprogramó el Festival Aéreo en el Pueblu d'Asturies. La fiesta tiene el impulso de más de 60 entidades aglutinadas en torno a Acción en red, Coordinadora de Ongd del Principado de Asturias y el Conseyu de Mocedá de Xixón. Desde el colectivo ya advierten de que "a partir de octubre iniciaremos una campaña para intentar evitar que el Ayuntamiento de Gijón subvencione este festival.", confirmó Carlos Pérez, de la organización.

"La folixa de la paz" triplicaba ayer el número de participantes respecto a la edición anterior. Pérez confesó que "nuestro principal objetivo es acabar con el Festival Aéreo y lo hacemos desde el sentido común y ético, porque estos aviones a los que aquí aplauden provocan sufrimiento en otros lugares". Así como quiere dejar claro que "no nos oponemos a un evento de aeronáutica, pero sí a su carácter militar". Como novedad, este año la ONG Oxfam Intermón se sumó a la iniciativa y abrió un chiringuito con "comercio justo y productos de proximidad, que es con lo que trabajamos", confirmó el voluntario Héctor Colunga. "El dinero que se consiga se destinará de forma íntegra a la cuenta de emergencias", aclaró Colunga.

Por otro lado, en Cimadevilla, desde las nueve y media de la mañana 1.300 libros, donados por las bibliotecas municipales fueron apareciendo por el barrio, para que cualquiera que se acercara pudiera coger uno y llevárselo a casa. Esta iniciativa realizada por el Asociación de vecinos Gigia de Cimadevilla y la plataforma por la cultura de Tabacalera se realizó con el objetivo de "dar visibilidad a uno de los barrios más importantes de Gijón", comentan Ana González y Galya García., miembros de la plataforma. El proyecto, llevado a cabo en secreto, tuvo muy buena acogida entre los viandantes de la zona. "Desde que llegué a este barrio no he parado de mirar los libros", declaró la jerezana Iraida Corral. "Es una buena iniciativa para fomentar la lectura", explican Martín Landa y Alicia Álvarez, un matrimonio de Navarra.

A los gijoneses la idea también les pareció fantástica. "Me gusta mucho. Nosotros nos hemos acercado por la niña, que le llamó la atención" comentaba Elena Álvarez, junto a su hija que se llevó el libro "Mujercitas" como un bien preciado. La idea creó mucha expectación y a media mañana más de la mitad de los libros ya habían desaparecidod e los rincones donde fueron depositados. "Esto ha sido un estallido de cultura en medio del ruido de aviones", declaran con alegría Ana González y Galya García. "Es genial que haya cuajado tan bien", añaden. Los libros de todos los estilos llevaban dentro aviones de papel como elemento simbólico. "Pretendemos que la gente vea el barrio más allá de un sitio en el que beber"declaran las dos, que están pensando en realizar esta idea una vez al año.