La solidaridad se dio cita ayer en el pueblo leonés de Matallana de Torío, donde se llevó a cabo la I Carrera Solidaria "Una Médula para Valeria", en honor de la niña asturiana que hace unos meses emocionó al Principado, al superar una leucemia en los primeros años de vida.

Más de 600 corredores tomaron la salida en esta prueba de montaña, una cifra que para Adriana Díez, la madre de Valeria Villar Díez, "es una barbaridad, pensábamos que no íbamos a llegar ni a 50 cuando empezamos a prepararla". "Es increíble cómo se volcó la gente, no pudieron portarse mejor", reafirma la orgullosa madre.

Todos los fondos recaudados en este acto serán destinados a la fundación Cris Contra el Cáncer. Esta asociación se vuelca en la investigación del cáncer infantil, especialmente del sufrido por Valeria y por tantos otros jóvenes: la leucemia. Además, la fundación tiene el proyecto de crear una planta dedicada únicamente a la oncología infantil, tanto a su investigación como a su tratamiento, en el madrileño hospital de La Paz. "Ya tienen el proyecto y los permisos, lo único que les falta es el dinero para poder llevarlo a cabo", explica Díez.

La idea de la carrera surgió del abuelo de la pequeña Valeria, Fernando Díez, "al ver que Valeria iba mejorando, te entran ganas de hacer cosas", afirma. De hecho, el propio Fernando Díez compuso, junto a su hija Paula, tía y madrina de Valeria, una canción que se ha conformado como una bandera en la lucha contra la leucemia infantil. "Ahora falta la segunda parte, en cuanto Valeria empiece a hablar, la grabamos", asegura.

"Cuando empezamos a preparar esta carrera, la gente se extrañaba, preguntaba si Valeria había recaído", relata Adriana Díez, "pero no era eso, Valeria gracias a Dios está bien. El problema es que "Valerias" hay muchas". Por ello, el fin último de un evento de este tipo es la concienciación, es hacer llegar a la gente el mensaje de que en estos casos toda ayuda es poca, "que nunca se sabe a quién le puede pasar", como afirma Díez, y que "hay que donar médula", que es la única esperanza muchas veces para estos jóvenes luchadores.

Tras la carrera, los asistentes disfrutaron de una comida por cortesía de las muchas empresas que se solidarizaron con el evento, además del sorteo de múltiples regalos. "Queremos reiterar el agradecimiento a todos los que han puesto de su parte. Muchas gracias de verdad, por ser tan solidarios", coinciden la madre y el abuelo de la pequeña.

El recorrido de la carrera, de 10 kilómetros, se presentó duro para los corredores, debido a las altas temperaturas, aunque el aspecto deportivo hubiera quedado relegado a un evidente segundo plano. "La gente de la región nos comentó que fue una de las carreras más multitudinarias del año", asegura Adriana Díez.

Como afirma el esperanzado abuelo, "mientras tengamos salud hay que hacer lo que sea por estos pequeñajos".