Para el soñado día de su boda, la salense, de Faedo de Lavio, Sandra Rubio, sólo había pedido un deseo: que no apretase el calor. Temía asarse dentro del traje tradicional vaqueiro, en el que impera el color negro. Sus peticiones fueron escuchadas, y ayer, en la braña de Aristébano, el sol brilló... por su ausencia. Por tercera vez en 58 años no fueron las altas temperaturas, sino el orbayu y la niebla los que marcaron la jornada en esta sierra a medio camino entre Tineo y Valdés el último domingo de julio. Las inclemencias del tiempo, que sólo dieron tregua pasada la ceremonia del "casorio", deslucieron en parte la tradicional boda vaqueira y los festejos asociados al festival del folclore que Aristébano acoge cada verano.

Bajo paraguas llegaron al punto de reunión la novia, y el contrayente, Claudio Riesgo. Él de Castañedo (Valdés). Ambos de 34 años y con raíces vaqueiras. Los dos nerviosos al tiempo que ilusionados con el paso que estaban a punto de dar. Se oficializaba así una relación asentada y en la que ya ha nacido un pequeño, Christian, de 14 años.

La mirada de los novios delataba su asombro ante la expectación que despertaban. En un abrir y cerrar de ojos, se convirtieron en el objetivo de todas las cámaras, de todos los abrazos, de todas las felicitaciones. La comitiva nupcial se agrupó en Aristébano, y una vez a caballo y en marcha, los nervios parecieron relajarse. Los novios comenzaron a disfrutar de su día.

Como manda la tradición, la comitiva la abrían los grupos folclóricos, seguidos del ajuar. Dos inmensos y bonachones bueyes tiraron sin quejarse por la cama vestida de blanco, una cesta con productos del campo, y el orinal. Todo ello cubierto por un fino plástico contra la incesante lluvia. A continuación, caminaban sobre el empedrado suelo de la braña las autoridades, los componentes del Consejo Rector, los Vaqueiros Mayores y los de Honor.

A ambas orillas, el pasto verde, ayer escaso de público. Las malas condiciones meteorológicas mermaron la afluencia de visitantes a la boda. También restaron espectacularidad a la ceremonia, que tuvo que celebrarse bajo techo, en la diminuta capilla de la Divina Pastora. El sacerdote de Naraval y encargado de oficiar el enlace, Alejandro Fuentevilla, se las deseó para organizar en el pequeño espacio a novios, padrinos, y los pocos invitados que tuvieron el privilegio de seguir desde cerca en enlace. Fue una ceremonia sencilla, aunque con despistes: el padrino le entregó al cura la caja con los anillos cerrada; y cuando hubo que echar mano a las arras, éstas no estaban en su pequeño saco. Todo fruto de los nervios.

Al finalizar, ya como marido y mujer, Claudio Riesgo y Sandra Rubio escucharon la bendición del panderu cuadrado. Al poner un pie fuera de la ermita, se escuchó aquello de "¡Vivan los novios!".

Tras el banquete, a base de manjares vaqueiros, se pasó a nombrar a los Vaqueiros de Honor, distinción que recayó en el abogado Francisco Ruiz; la presidenta de la Academia de la Llingua, Ana María Cano; el atleta David Fernández; el empresario Manuel López; el traumatólogo Ángel del Couz; el catedrático Ignacio Villaverde; el "Cuarteto Torner", y la comunidad vecinal de Candelario (Salamanca), una localidad de un millar de habitantes que fue fundada por pastores trashumantes asturianos, muy probablemente, vaqueiros.

También recibió el galardón el presidente del Principado de Asturias, Javier Fernández, quien destacó en su intervención que "la realidad de los vaqueiros es el trabajo duro y sacrificado en las brañas", y que llevará la distinción "con mucho orgullo".